En la dinámica política contemporánea, las comparaciones entre los estilos de gobernanza de líderes carismáticos, como el ex presidente mexicano y el actual mandatario estadounidense, resuenan con frecuencia. La diferencia radica no solo en el alcance de sus políticas, sino también en las personalidades involucradas, así como en la naturaleza de sus equipos de trabajo.
Los líderes populistas tienden a rodearse de individuos que no eclipsen su figura, asegurando que cualquier competencia potencial se minimice. Este contraste se vuelve evidente cuando se evalúan las administraciones de estadistas, cuyos gabinetes suelen fomentar la inclusión de personalidades brillantes en roles diversos. En lugar de eso, los populistas prefieren ocupar puestos de importancia con figuras que actúan de manera subordinada, priorizando la lealtad sobre la competencia técnica. En México, durante el mandato del actual presidente, el equipo que lo rodeó ha sido descrito como un grupo de “títeres”, donde la capacidad es solo una fracción del valor requerido para meramente ocupar un puesto.
En la administración de Donald Trump, algunos funcionarios también reflejan esta tendencia, donde la lealtad hacia el movimiento MAGA parece eclipsar la competencia técnica. Sin embargo, en el contexto de un gobierno más amplio, las deficiencias en ciertas áreas, como la salud o la defensa, se vuelven más visibles por la complejidad de las responsabilidades que manejan.
Hay posiciones clave que, incluso en un entorno populista, no pueden permitirse ser descuidadas, principalmente aquellas que requieren un gran conocimiento técnico, como la hacienda pública. Durante la administración de Trump, figuras como Steven Mnuchin y Scott Bessent, actual secretario del Tesoro, han demostrado poseer la competencia necesaria y el reconocimiento en sus respectivos campos.
La importancia de esta pericia se hace evidente cuando consideramos los recientes desafíos que enfrentan las entidades financieras mexicanas. El Departamento del Tesoro, a través de su red de Control de Delitos Financieros, emitió alertas sobre actividades de financiamiento vinculadas al tráfico de fentanilo, destacando la necesidad de contar con pruebas concretas antes de realizar acusaciones sobre implicaciones de crimen organizado. La repercusión de tales afirmaciones puede ser devastadora no solo para las instituciones mencionadas, sino también para la credibilidad del propio gobierno estadounidense.
Desde el 9 de abril, las investigaciones sobre el financiamiento del tráfico de fentanilo han revelado cifras alarmantes y métodos sofisticados de lavado de dinero, aunque resulta llamativo que no se hayan revelado los nombres de las instituciones implicadas. Esto invita a cuestionarse si se han realizado las comunicaciones necesarias con las autoridades mexicanas, quienes se han expresado sorprendidas por la situación.
Es crucial que el Departamento del Tesoro maneje este tipo de situaciones con la exactitud y el rigor requeridos, evitando caer en la ineficacia que se ha observado entre algunas entidades mexicanas, que, lejos de actuar de manera proactiva, han mostrado parálisis ante acusaciones externadas desde Estados Unidos.
La identificación de rasgos populistas en líderes cercanos, aunque problemática, tiene implicaciones trascendentales que deben ser atendidas con una precisión que no dé lugar a interpretaciones erróneas en un escenario tan delicado como el financiero y de seguridad.
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