El pasado 25 de noviembre, un grupo de mujeres se congregó en la Ciudad de México para conmemorar el Día Internacional de la Eliminación de la Violencia contra la Mujer, conocido como 25N. A pesar de que la presencia fue menor a la esperada, con la asistencia de cerca de 1,000 personas según el gobierno capitalino, la movilización fue significativa y resonante. Desde la Glorieta de las Mujeres que Luchan hasta el Zócalo, marcharon para visibilizar las múltiples formas de violencia que persisten en el país.
La jornada estuvo marcada por consignas potentes como “¡no que no, sí que sí, ya volvimos a salir!”, “mujeres contra el machismo”, “ni una muerta más” y “mujer, escucha, esta es tu lucha”. La mayoría de las asistentes lucieron prendas de color morado, símbolo del movimiento feminista. Sin embargo, a pesar de la seriedad de la causa, las autoridades desplegaron un considerable operativo de seguridad, incluyendo cerca de 600 mujeres policías, lo que refleja la tensión y las preocupaciones en torno a estas manifestaciones.
En el Zócalo, un grupo de mujeres que forman parte de contingentes de víctimas de feminicidios y violencia vicaria hizo un llamado urgente al gobierno de Claudia Sheinbaum, indicando que a pesar de contar con una presidenta, “¡aún no es tiempo de mujeres!”. Las cifras son alarmantes: cada día, 10 mujeres son asesinadas de forma violenta, y el 92.5% de los casos de violación sexual del año anterior permanecen sin castigo. Además, el 99.6% de las mujeres desaparecidas no son localizadas con vida. Estos datos resaltan la grave problemática de la violencia estructural que las mujeres enfrentan en México.
Una de las voces más impactantes fue la de Karina Gutiérrez, quien, en medio de la movilización, expuso su angustiante historia. Desde hace más de un año, sus dos hijos fueron sustraídos por su padre, quien ha utilizado el sistema judicial para mantenerlos alejados de ella. Karina se unió a la marcha para visibilizar la violencia vicaria, un tipo de violencia que a menudo pasa desapercibida. Su testimonio refleja la ineficacia de las autoridades en resolver casos de esta naturaleza, denunciando la falta de avance en su carpeta de investigación.
Karina enfatizó que su lucha no sólo busca justicia personal, sino también desahogar el dolor compartido de muchas madres que enfrentan una situación similar. “Cuando huimos de la violencia física y emocional, muchas veces encontramos otra forma de violencia al perder el contacto con nuestros hijos”, expresó.
Mientras las voces de mujeres marchaban al son de consignas poderosas, el llamado era claro: la lucha continúa. En un contexto donde el feminismo institucional ha sido criticado por no representar adecuadamente a todas las mujeres, el movimiento se fortalece con el objetivo de reivindicar los derechos de todas aquellas que no han sido escuchadas.
Más allá de las cifras y de la presencia policial, lo que se oyó en las calles de la Ciudad de México el 25N fue un clamor colectivo por un cambio real, por justicia y seguridad. La lucha por erradicar la violencia contra las mujeres no es solo un grito en el aire; es un movimiento que busca ser institucionalizado y reconocido en todas sus formas, en un país donde la violencia sigue siendo una dura realidad.
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