En la madrugada del 10 de diciembre, el Refugio Franciscano, un emblemático albergue de animales situado a las afueras de Toluca, enfrentó un desalojo judicial que ha reavivado el debate sobre la consideración legal de los animales en México. Este refugio, que alberga a 1,200 perros y más de 30 gatos, ha sido un hogar para aproximadamente 25,000 seres sintientes desde su fundación en 1977, por la labor del reconocido Carlos Monsiváis.
A pesar de la sensibilidad demostrada por muchas personas hacia estos animales, se les ha seguido considerando “objetos semovientes”, es decir, seres que se mueven por sí solos, lo que refleja una desdichada realidad para aquellos que intentan reivindicar sus derechos. La fundación Antonio Haghenbeck, responsable del desalojo, asegura que no se retirarán a los animales, sino que solo se cambiará la administración del terreno. Sin embargo, el abogado del Refugio, Fernando Pérez Correa, alerta que la verdadera intención parece ser construir un complejo inmobiliario en una zona natural protegida, lo que generaría un impacto negativo en la vida de estos animales.
Mientras tanto, la Fundación Haghenbeck se ha comprometido a cuidar de los animales, prometiendo atención médica, alimentación y la búsqueda de nuevos hogares para ellos. Sin embargo, dado el historial de abandono en México —donde se estima que 70% de los 23 millones de perros están en situación de calle—, caben dudas sobre la veracidad de estas promesas. Al cambiar de administración, también podría cambiar el estatus de estos animales de “compañeros” a meros bienes muebles, cuya vida y bienestar estarán en manos de nuevos dueños.
La situación es aún más alarmante al considerar que México, con una reforma política promulgada en diciembre de 2024, incluyó la prohibición del maltrato animal. A pesar de esta legislación, los casos de abuso y abandono continúan, evidenciando una desconexión entre la ley y la realidad social que enfrentan estos seres sintientes.
Este conflicto no solo resalta la lucha por el bienestar de los animales en el Refugio Franciscano, sino también la cultura más amplia que, en muchas ocasiones, ha visto a las mascotas como accesorios desechables. En un país donde el abandono de perros es un problema crítico, esta situación plantea la urgente necesidad de un cambio en la percepción y tratamiento de los animales.
Sin duda, el desalojo del Refugio Franciscano es un capítulo triste en la historia del cuidado animal en México. Los vínculos que estos animales han formado con sus humanos se ven truncados, dejando un vacío en la comunidad que los ha sostenido. Es fundamental que la sociedad tome conciencia sobre su responsabilidad y el impacto de sus decisiones, tanto para el bienestar de los animales como para el legado de compasión que todos deberíamos promover.
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