El trágico accidente del funicular de la Gloria en Lisboa, ocurrido la tarde del 3 de septiembre, ha dejado a la comunidad conmocionada tras la pérdida de 16 vidas y más de 20 heridos. Este incidente se produjo cuando un fallo en la conexión del cable entre las dos cabinas resultó en un descarrilamiento catastrófico, arrojando las cabinas contra un edificio cercano.
Investigaciones preliminares llevadas a cabo por la Oficina de Investigación sobre Accidentes Aéreos y Ferroviarios (GPIAAF) indican que, a pesar de que una inspección visual programada ese mismo día no reveló anomalías en el cable, el funicular, que opera desde 1914 y conecta la plaza de Rossio con el Bairro Alto, perdió su mecanismo de equilibrio a causa de una desconexión. Lo que comenzó como un recorrido habitual se transformó en un desastre en cuestión de segundos, a una velocidad estimada de 60 km/h, y en un lapso de menos de 50 segundos desde el comienzo del trayecto.
Las cabinas, caracterizadas por su vibrante color amarillo y un sistema de contrapesos, enfrentaron su trayecto en una inclinación promedio del 18% a lo largo de 276 metros. Tras recorrer seis metros desde su partida, perdieron súbitamente la fuerza que las mantenía equilibradas, desencadenando una serie de eventos devastadores.
El balance de las víctimas incluye a cinco ciudadanos portugueses y once extranjeros, un recordatorio sombrío de la vulnerabilidad inherente a los sistemas de transporte tan queridos y utilizados. La investigación continúa para determinar las causas exactas del accidente y para prevenir que situaciones similares ocurran en el futuro.
La tragedia no solo ha impactado a las familias de las víctimas, sino que también ha suscitado un examen más profundo sobre la seguridad de las infraestructuras de transporte, especialmente aquellas que conectan a millones de personas en las ciudades. A medida que se desarrollan los acontecimientos, resta esperar más información que arroje luz sobre este desafortunado evento.
Este informe es un recordatorio de la importancia de la seguridad y el mantenimiento en el funcionamiento de los sistemas de transporte urbano, donde la confianza del público debe ser una prioridad. La tragedia del funicular de la Gloria quedará grabada en la memoria de Lisboa como un momento desafortunado que exige reflexión y acción para garantizar que la seguridad nunca se vea comprometida.
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