Las mujeres de Ucrania se enfrentan a una crisis humanitaria preocupante que no es ajena a América Latina. Como siempre en estos casos, las mujeres, niños y niñas son los más vulnerables. Y ahí debemos concentrar nuestros esfuerzos. Es hora de la solidaridad internacional y desde Naciones Unidas trabajamos día a día para consolidar la paz. Pero quiero recordar también que antes de esta crisis, el mundo transitaba ya por una doble emergencia. Por un lado, necesitamos acciones urgentes y eficaces para hacer frente a la crisis climática y el riesgo de desastres.
Por el otro, es imperativo superar los rezagos que aún tenemos en cuanto a igualdad de género. Son dos tareas que se deben afrontar de forma coordinada y en conjunto. Es decir, ninguna de las dos será posible por sí sola. Sin igualdad de género no podremos enfrentar la crisis climática. Y si no enfrentamos la crisis climática, no habrá igualdad de género posible.
Las agricultoras producen más del 45% de los alimentos en los países en desarrollo, por eso las sequías, inundaciones y otros fenómenos les afectan más que a los varones
Cada vez es más evidente que las mujeres son más vulnerables al impacto del cambio climático, ya que constituyen la mayoría de la población pobre del mundo, a cargo de hogares monomarentales y con sobrecargas de cuidados, y muchas veces con trabajos informales, siendo más dependientes de los recursos naturales que están bajo la amenaza del cambio climático. Las agricultoras producen más del 45% de los alimentos en los países en desarrollo, por eso las sequías, inundaciones y otros fenómenos les afectan más que a los varones.
Después de las catástrofes, las mujeres son también las que tienen más riesgo de no poder garantizar su seguridad alimentaria y la de sus dependientes. En muchos casos, suelen perder sus medios de subsistencia o tienen que dedicarse a la atención de sus hijas e hijos y personas heridas o enfermas en su núcleo familiar.
Por eso, este 8 de marzo, en el Día Internacional de las mujeres, queremos poner la lupa sobre esta relación entre las consecuencias del cambio climático y las brechas de género. Ya no se trata de que el mundo sea mejor, sino de un asunto de supervivencia de la especie humana.
Las mujeres y las niñas pueden ser, y en muchos casos ya lo son, esas voces eficaces y poderosas que impulsan el cambio para lograr la mitigación y la adaptación a los efectos del calentamiento global. El ejemplo de Greta Thunberg despertó muchas conciencias en el mundo, pero no es el único.
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En América Latina y el Caribe tenemos mujeres inspiradoras como Berta Cáceres, asesinada por defender la causa ambiental y los territorios ancestrales, y a su hija Laura Zúñiga, continuadora de la lucha de su madre. Inspirador es también el trabajo de Daniela R. Gutiérrez con la siembra de árboles en Cochabamba, Bolivia; la lucha por reducir la pobreza de las mujeres maya de Graciela Coy; y los esfuerzos de Mercedes Pombo en defensa del ambiente y los derechos humanos en Argentina, por mencionar a algunas.
Son muchas las defensoras que día a día tratan de avanzar por los derechos de las mujeres, de sus comunidades, de sus territorios, pero no siempre se reconoce el rol central que juegan o podrían jugar, si sus voces fuesen tenidas en cuenta en la respuesta a la crisis climática a la que nos enfrentamos.
Estas iniciativas tenemos que seguirlas apoyando, defendiendo y, sobre todo, haciendo posible que cada vez más niñas y mujeres de América Latina y el mundo se impliquen y se comprometan en acciones efectivas a favor del medio ambiente desde las organizaciones de la sociedad civil y desde los más diversos ámbitos de la sociedad.
Es una tarea que requiere de leyes, normas y profundos cambios normativos y sociales para que las organizaciones de la sociedad civil en general, y de mujeres en particular, puedan participar de forma igualitaria y segura en los procesos de diseño e implementación de las políticas públicas y los espacios de toma de decisiones con respecto a la producción, el comercio, la emergencia climática y el riesgo de desastres.
Desastres
Por otra parte, a los que consideramos errado ponerles el adjetivo de “naturales”. Las grandes catástrofes derivadas de fenómenos climáticos tienen origen humano: por depredación, por falta de planificación, por omisión, por falta de responsabilidad o por corrupción. La naturaleza no es la responsable de esos desastres sino la mala gestión de los recursos naturales a la que penosamente nos hemos acostumbrado y hasta hace poco se presentaba como inevitable.
En este contexto instamos a los gobiernos de América Latina y el Caribe, a activar los mecanismos de acogida de las mujeres, niños y niñas que están buscando refugio al salir de Ucrania; a seguir construyendo sistemas integrales de cuidados, e integrar a las organizaciones de mujeres y el enfoque de género en el diseño e implementación de sus políticas y estrategias de respuesta, adaptación y mitigación al cambio climático, así como de reducción de desastres.
Es hora de actuar. Con decisión, con creatividad, con coraje. Este 8 de marzo, Día Internacional de las mujeres, hagamos realidad la igualdad de género hoy para construir un mañana sostenible donde la paz y la sostenibilidad de la vida estén al centro.
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