El uso de vidrios polarizados en vehículos se ha vuelto un tema de gran controversia y regulación en diversas partes de México. Aunque estos vidrios pueden actuar como un recurso de seguridad para prevenir asaltos, su aplicación no está permitida en estados como la Ciudad de México (CDMX) y Michoacán. Las autoridades argumentan que su prohibición se debe a motivos de seguridad pública, ya que facilitan la evasión de la ley y dificultan la identificación de los ocupantes de los automóviles.
A pesar de los beneficios de protección que ofrecen, como la resistencia a armas de fuego, las restricciones se implementan con el fin de evitar delitos de alto impacto. Estos vidrios, al ser opacos, impiden que las cámaras de vigilancia identifiquen a los conductores, dificultando así el trabajo de las fuerzas del orden.
La normativa varía según el estado. En la CDMX, la legalidad no permite ningún grado de transparencia, lo que conlleva multas que oscilan entre 565 y 1,130 pesos. En el Estado de México (Edomex), aunque no está prohibido el uso de polarizados, sí se sanciona el uso de cualquier elemento que obstruya la visibilidad. En Michoacán, se permiten únicamente por razones médicas, pero se impone una multa de 900 pesos a quienes utilicen estos cristales. En contraste, en Sinaloa, se acepta un mínimo de transparencia del 35%, con multas de 1,018 pesos por incumplimiento.
Por otro lado, se aclara que el tipo de polarizado autorizado es aquel que permite el ingreso de al menos 70% de luz a través de los cristales del vehículo, garantizando así la visibilidad adecuada. Esto es crucial no solo para la seguridad vial, sino también para la identificación tanto de conductores como de pasajeros.
En cuanto a los costos, una película antiasalto en México puede variar considerablemente, oscilando entre 2,300 y 3,500 pesos, dependiendo de factores como la resistencia del material y las tecnologías utilizadas en su fabricación.
Las decisiones sobre el uso de vidrios polarizados reflejan un equilibrio complicado entre la seguridad individual y la seguridad pública, con diferentes enfoques según las jurisdicciones locales. Este debate no solo subraya las preocupaciones sobre el crimen, sino también la necesidad de una adecuada regulación que contemple tanto la protección personal como la prevención de delitos.
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