En 2024, una alarmante situación se ha planteado en las cárceles de México: 2 de cada 5 personas privadas de libertad permanecen encarceladas sin una sentencia que determine su culpabilidad. Este fenómeno engloba un total de 236,773 personas en prisión, de las cuales 85,547 se encuentran bajo la figura de “prisión preventiva”.
La problemática se torna aún más crítica entre las mujeres. Según los datos más recientes, mientras que el 35.7% de los hombres detenidos aún espera sentencia, este porcentaje asciende a un preocupante 46.3% en el caso de las mujeres. Además, las cifras reflejan que un alto porcentaje de estas personas ha cumplido más de un año en esta incierta espera: 43.6% en el caso de mujeres y 42.5% para hombres.
La “prisión preventiva” es una medida cautelar que se aplica a quienes han sido acusados de un delito mientras se desarrolla su proceso legal. En México, este procedimiento puede ser oficioso, lo que implica una aplicación automática en delitos graves, o justificado, donde se realiza un análisis más detallado del caso. Actualmente, solo el 38% de las personas presas sin sentencia están en un estatus justificado; casi la mitad, el 47%, se encuentra en prisión preventiva oficiosa, mientras que el resto tiene un estatus desconocido.
Este tipo de encarcelamiento suscita un fuerte debate sobre los derechos humanos y la presunción de inocencia. Críticos de esta medida advierten su potencial para vulnerar derechos fundamentales y generar problemas de hacinamiento en los centros penitenciarios. De hecho, la sobrepoblación es un tema de gran preocupación: las cárceles mexicanas tienen 103 internos por cada 100 espacios disponibles, una situación que agudiza las condiciones de vida dentro de estos recintos.
Al finalizar 2024, la infraestructura penitenciaria en el país se compone de 325 centros que tienen la capacidad estimada para 230,168 personas. Sin embargo, hay 6,605 individuos más de los que se pueden albergar. Las cifras indican que las cárceles estatales sufren una carga aún mayor en términos de sobrepoblación en comparación con las federales. Especialmente alarmantes son las tasas en el Estado de México y Nayarit, donde se registran 239 personas por cada 100 espacios.
Estas condiciones no solo ponen en riesgo la salud y dignidad de los internos, sino que también crean un entorno propenso a la violencia y conflictos internos. La sobrecarga del sistema penitenciario genera consecuencias que se traducen en una serie de vulneraciones a los derechos humanos y complicaciones en el acceso a una justicia eficiente.
El futuro del sistema penitenciario mexicano depende de una reflexión profunda sobre las implicaciones de la prisión preventiva y la urgente necesidad de reformar las condiciones de las cárceles, garantizando así que todos los individuos tengan acceso a un debido proceso y a condiciones dignas en su detención.
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