Dos décadas después de que le legara el poder su padre –Hafez el Asad, quien gobernó durante 30 años–, el presidente de Siria, Bachar el Asad, ha comparecido este miércoles ante las urnas para someterse a un plebiscito de cara a un cuarto mandato como jefe de Estado. Los comicios presidenciales, sin rivales de peso y con la oposición en el exilio excluida, han sido condenados como “no creíbles e ilegítimos” por Estados Unidos y varios países europeos. “La validez de esas opiniones es igual a cero”, ha replicado El Asad tras depositar su voto en Duma –último bastión rebelde en el área de Damasco en caer en manos del Ejército tras un largo asedio y que fue objetivo de un ataque químico– para simbolizar su victoria militar tras más de 10 años de devastadora guerra civil con injerencias internacionales.
Las agencias internaciones de noticias informaban, a través de reporteros locales, de la presencia de colas de electores en centros de votación de la capital. Algunos grupos fueron conducidos en autobuses, después de que funcionarios y estudiantes recibieran la recomendación de acudir a las urnas convocados por la mujabarat, el servicio de inteligencia interior. El Gobierno sirio no ha concedido acreditación a medios occidentales para cubrir la información sobre los comicios. Tampoco ha habido presencia de observadores de la ONU en los colegios electorales.
“Siria no es lo que quieren vender (desde el exterior): una ciudad contra otra, un grupo (religioso) contra otro, en una guerra civil”, declaró El Asad a la prensa, citado por Reuters, “y hoy estamos demostrando desde Duma que solo hay un pueblo de Siria”. La región rural de Guta oriental, donde se enclava Duma, era el granero de la capital antes de la guerra. Hoy es un escenario de destrucción tras permanecer sitiada y bombardeada hasta 2018, cuando los rebeldes capitularon al borde de la inanición. La comarca sigue estando bajo control del Ejército, que solo permite la entrada de no residentes con un permiso especial.
En las anteriores elecciones presidenciales sirias, en 2014, El Asad ganó con el 89% de los votos mientras iba perdiendo la guerra. Ahora le disputan el puesto dos oscuros candidatos, el ex viceministro Abdalá Salum Abdalá y Mahmud Ahmed Marei, miembro de la oposición interna oficialmente reconocida. El Gobierno de Damasco intenta mostrar con las votaciones una apariencia de normalidad, pero solo controla dos terceras partes del territorio sirio, la mitad de la población está desarraigada de sus hogares y la contienda, que se ha cobrado cerca de medio millón de vidas, ha hecho retroceder varias décadas la economía y arrojado al 80% de los sirios bajo el umbral de la pobreza.
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