En el mundo actual, las amenazas de aranceles, como la recientemente mencionada por el expresidente Donald Trump, pueden tener implicaciones profundas en la industria farmacéutica. La posibilidad de imponer aranceles de hasta un 25% a los medicamentos importados a Estados Unidos plantea un escenario de incertidumbre que no solo afecta la economía, sino que también arriesga la salud de millones. Este tipo de medidas no considera la interdependencia global que caracteriza al sector, generando un juego arriesgado que podría perjudicar tanto a consumidores como a empresas.
Mientras tanto, los líderes de las grandes farmacéuticas globales descuentan un posible escenario catastrófico y preparan planes para enfrentar tal eventualidad. Albert Bourla, CEO de Pfizer, es claro en sus declaraciones: advierte sobre las consecuencias adversas de los aranceles, pero también menciona que su empresa está lista para reaccionar, gracias a sus 10 plantas en EE. UU. Similarmente, Pascal Soriot, CEO de AstraZeneca, destaca la robustez de su infraestructura local y las inversiones realizadas en el país, lo que le permite afrontar los cambios del mercado.
Estados Unidos, que importa un significativo 70% de los principios activos de sus medicamentos desde China y el 40% de sus genéricos desde India, podría enfrentar serias dificultades. Un aumento abrupto de precios podría afectar a programas vitales como Medicare y Medicaid, además de desatar una crisis de escasez de fármacos esenciales, como antibióticos y tratamientos hospitalarios. Esto contrasta con el escenario en México, donde la escasez puede tolerarse por más tiempo sin generar grandes repercusiones, una diferencia que pone de relieve la complejidad del mercado estadounidense.
Sin embargo, en medio de esta tormenta, México tiene la oportunidad de fortalecerse. A pesar de que actualmente solo exporta un 4.2% de su producción farmacéutica a EE. UU., esto podría cambiar si se redirige la inversión hacia su mercado. El Tratado entre México, Estados Unidos y Canadá (T-MEC) posiciona al país como un destino atractivo para el nearshoring, ofreciendo costos competitivos y una proximidad estratégica para los fabricantes.
El gobierno mexicano también está alineando sus esfuerzos para potenciar el sector, viendo al Aeropuerto Internacional Felipe Ángeles (AIFA) como un punto clave para la logística de la industria farmacéutica. Ante este panorama, la amenaza de Trump actúa como un impulso para que el país explore su potencial en el tablero global, buscando un lugar más prominente en la industria farmacéutica.
En resumen, mientras que la retórica arancelaria puede preocupar, también se presenta como un catalizador de oportunidades. La industria farmacéutica está en un momento crucial donde las decisiones y estrategias tomadas ahora podrían definir su futuro. La respuesta al entorno incierto dependerá de la capacidad de adaptación y la visión de los actores involucrados, tanto en Estados Unidos como en México.
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