Crónica de un Encuentro: Marcha y Maratón en la Ciudad de México
El 31 de agosto de 2025 fue un día marcado por dos eventos significativos en la Ciudad de México: el Maratón Internacional y la marcha “La Resistencia”, convocada por la alcaldesa de la Delegación Cuauhtémoc, Alessandra Rojo de la Vega. En una intersección de pasiones y propósitos, estos dos flujos de personas se encontraron en el emblemático Paseo de la Reforma, transformando la rutina de la ciudad en un vibrante cruce de caminos.
Un maratón, siempre un río continuo de corredores, se vio interrumpido por la manifestación que avanzaba en dirección perpendicular. Este fenómeno, lejos de ser un accidente, simbolizaba una irrupción crítica en el “maratón” del gobierno que parecía no tener fin. Las voces clamaban “¡Reforma es de todos!”, dirigiéndose a los funcionarios que intentaban regular el flujo de un evento deportivo, mientras los manifestantes buscaban un espacio para ser escuchados.
El segundo grupo de multitudos, compuesto por una diversidad de ciudadanos: desde los defraudados y motociclistas hasta representantes de las colonias de Cuauhtémoc, avanzaba bajo un cielo gris cargado de polvo. Esta contienda no trataba solo de una marcha o un maratón, sino de la lucha por el reconocimiento de todos los actores sociales de la oleada urbana.
En un instante efímero, la manifestación se convirtió en metáfora. Se plantea, entonces, la idea del “flujo perpendicular”: aquellos que cortan las corrientes establecidas, que revolucionan la narrativa y evidencian la fragilidad de los caminos recorridos. Mientras la multitud avanza en una dirección, son esas interrupciones las que ofrecen una nueva perspectiva, revelando la multidimensionalidad de la experiencia humana.
Los Arquetipos de la Realidad Contemporánea
Toda época, con sus problemáticas únicas, produce figuras que reflejan su esencia. En este contexto, se vislumbra un sistema político que, en muchas ocasiones, ha sido definido por líderes narcisistas, cuyas acciones carecen de empatía y comprensión hacia el ciudadano. Este fenómeno genera una suerte de culto hacia estas personalidades, llevando a un público que, en su búsqueda por la esperanza, termina pagando un alto precio a costa de sus sueños.
Al otro lado del espectro se encuentran aquellos que se identifican como empáticos, cuya disposición a compartir el dolor ajeno a menudo se convierte en un ciclo de sufrimiento. Estos individuos parecen sostener una conexión profunda con el dolor, pero esta empatía ilimitada también puede convertirse en un fetiche que aboca a la alienación.
El teatro de la vida continúa su curso, y mientras algunos se esfuerzan por cargar con las esperanzas del pueblo, la realidad se impone: las manifestaciones culturales sufren por la falta de interés del Estado. Desde el 9 de septiembre, museos y teatros del Instituto Nacional de Bellas Artes y Literatura cerraron sus puertas por el paro de labores, generando un eco de silencio en espacios que deberían ser refugio del pensamiento crítico y la creatividad.
Una Realidad que No Debe Ignorarse
La clausura de estas instituciones culturales representa un grito de dignidad de parte de sus trabajadores frente a un panorama desalentador que se traduce en una reducción del presupuesto destinado a la cultura. Aunque se reportó que se alcanzaron acuerdos a partir del 11 de septiembre, la falta de interés persistente hacia el desarrollo cultural en el país continúa siendo motivo de preocupación.
Este momento no solo simboliza un cierre físico de instituciones; se trata de una reflexión sobre la intersección entre la cultura y el poder. La cultura no debe ser un privilegio ni una mercancía, sino un derecho de todos. En este teatro donde todos jugamos un papel, es vital recordar que, sin un apoyo genuino a la cultura, la obra quedará suspendida y el telón caerá, no por falta de actores, sino por la ausencia de un público comprometido con el cambio.
Hoy, en este escenario, queda claro: no hay función sin un compromiso real con la cultura, y la voz del pueblo sigue clamando por ser escuchada.
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