Por Juan Carlos Sánchez Magallán
El próximo 12 de julio celebramos el Día del Abogado con el trabajo que realizamos todos los días; los miembros del foro, la academia, la judicatura y la docencia, con esmero y dedicación, practicamos lo aprendido en nuestras escuelas y universidades de donde egresamos. Con funciones públicas o privadas y lecciones magistrales en conferencias, seminarios y talleres virtuales, escribiendo textos, formando futuros colegas a la distancia, litigando en los tribunales; así es, como reafirmamos nuestro compromiso de honrar nuestra profesión de manera eficiente y ética.
Existen, sí, los que han olvidado los postulados del derecho y el significado de justicia, que bien definió Justiniano, de “darle a cada quien lo que merece”, ¡son los menos!
Desde hace 61 años conmemoramos el Día del Abogado, que congrega a la comunidad jurídica del país en un acto de evocación, afirmación y reconocimiento a la dignidad profesional de nuestro gremio.
Vocación y compromiso que adquiere certidumbre en el claustro universitario y en los centros de investigación; que se inspira en nuestros insignes juristas, que se enriquece en el ejercicio profesional y se confirma cotidianamente en el servicio a México.
Con la sociedad reafirmamos nuestra fe en el derecho y en las instituciones de la República.
Nuestro accionar se arraiga en la fuerza de la tradición jurídica mexicana, condensada en la Constitución General de la República, en la que se reconoce el sustento doctrinario de la soberanía popular y la legitimidad de sus mandatos; el ejercicio de las libertades individuales y de las garantías sociales; el valor de nuestras instituciones democráticas y representativas; la pertenencia de nuestro sistema federal y la convicción de que sólo perdura y prospera, lo que se construye sobre el cimiento de la justicia.
Abogar, expresa el diccionario de la lengua española, significa actuar a favor de una causa. Si hemos de apegarnos a esta definición, nuestra vocación nos une y cohesiona a una causa suprema que se sobrepone a cualquier razón particular o de grupo, y ésta es, sin duda, la del interés de la nación.
Seguiremos haciendo uso pleno de nuestras libertades y ayudando en la transformación de nuestras instituciones, sin escatimar esfuerzo y concesión alguna en la defensa del legado histórico del que somos depositarios;
Nuestro país cumplió tres años de excepcionales cambios en la política y la democracia que permitieron el arribo a Palacio Nacional del presidente Andrés Manuel López Obrador, a quien le expresamos nuestro más amplio reconocimiento por dar cauce a un proceso social de amplia transformación.
Los programas sociales que ha impulsado para paliar la pobreza de los mexicanos y evitar que dejen sus comunidades y lugares de origen, generando estímulos directos sin que medie burocracia alguna, ¡su lucha contra la corrupción y la inseguridad, siguen siendo la más alta prioridad, males endémicos que dañan, ofenden e indignan!
Los abogados liberales apoyamos al presidente López Obrador, por impulsar la austeridad republicana en las actividades de los servidores públicos y por suprimir el dispendio que existía en las oficinas de los altos mandos gubernamentales y por acabar con fueros y privilegios de unos cuantos en detrimento del erario nacional.
De ahí que invoque de manera reiterada el principio juarista: “AL MARGEN DE LA LEY, NADA, Y POR ENCIMA DE LA LEY, NADIE”, y esto disgusta a la faunocracia detractora que impulsa y promueve infodemia de comunicación en las redes sociales para desacreditar su programa de gobierno y su estilo personal de gobernar, con calumnias y difamaciones a su gabinete y a los titulares de las instituciones públicas del país.
El país ya no resistía más excesos, más impunidad y más corrupción; el de ahora ya es otro país. ¿O no, estimado lector?