Embajadas como herramienta de negociación política

La histórica práctica de designar embajadores y cónsules por motivos políticos se mantiene firme en el entorno gubernamental mexicano actual. Iniciada en el siglo XX durante los gobiernos priistas, esta tendencia ha sido continuada en la denominada “cuarta transformación”. Recientemente, el exfiscal general Alejandro Gertz Manero ha sido considerado para asumir un cargo diplomático, lo que lo sumaría a una lista extensa de funcionarios ajenos al Servicio Exterior Mexicano que ocupan embajadas en el país.

La presidenta Claudia Sheinbaum anunció que invitó a Gertz Manero a ocupar una embajada “en un país amigo”, lo que ha generado especulaciones sobre su posible destino, con Alemania como el principal candidato. Sin embargo, este nombramiento aún está en suspendido a la espera de que el gobierno alemán acepte la propuesta antes de avanzar con la ratificación en el Senado. La Secretaría de Relaciones Exteriores no ha comenzado formalmente los trámites, lo que ha alimentado un ambiente de incertidumbre.

Históricamente, el uso de embajadas para aliviar situaciones complejas ha sido común. Durante el mandato de Felipe Calderón, varios miembros del PAN fueron nombrados embajadores, mientras que Enrique Peña Nieto hizo lo propio con figuras del PRI. Promediando cada sexenio, al menos 20 de las 80 embajadas de México fueron ocupadas por políticos no diplomáticos; una cifra que se ha mantenido bajo los mandatos de Andrés Manuel López Obrador y su sucesora, Claudia Sheinbaum. Actualmente, 24 embajadas están ocupadas por exgobernadores y otros políticos cercanos al régimen, contraviniendo así el espíritu de la Ley del Servicio Exterior, que prioriza a miembros de carrera.

Un rasgo distintivo de la actual administración es su apertura hacia exgobernadores de la oposición. Estos nombramientos han sido percibidos como un reconocimiento a su lealtad política tras la entrega del poder al partido Morena. Por ejemplo, Carlos Joaquín González, exgobernador de Quintana Roo, fue nombrado embajador en Canadá en 2022, y Omar Fayad, exgobernador de Hidalgo, asumió como embajador en Noruega en 2022.

La tendencia de estas designaciones políticas no se limita solo a figuras de la oposición. También ha incluido a militantes y exdirigentes de Morena, como Lilia Eugenia Rossbach Juárez en Argentina y Patricia Ruiz Anchondo en Colombia. Además, López Obrador y Sheinbaum han nombrado a periodistas y escritores en cargos diplomáticos, entre ellos Laura Esquivel en Brasil y Martha Zamarripa en Belice.

Estas decisiones han suscitado críticas respecto a la falta de experiencia diplomática de muchos designados. A pesar de estas inquietudes, López Obrador defendió tales nombramientos afirmando que “no hay amiguismo ni influyentismo”, en un intento por demostrar que se trata de una administración meritocrática.

El enfoque de la presente administración se extiende también a organismos internacionales. Recientemente, Sheinbaum propuso a Alejandro Encinas, un político prominente de la 4T, como representante ante la OEA, desplazando a funcionarios tradicionalmente vinculados al Servicio Exterior. De igual forma, Hugo López-Gatell fue nombrado representante ante la OMS, continuando con la tendencia de aprovechar posiciones diplomáticas como apalancamiento político.

Esta distribución de poder se observa claramente en Estados Unidos, donde varios exgobernadores y políticos destacados ocupan consulados en ciudades clave. Asentamientos como Miami y Houston están liderados por figuras con una notable trayectoria política.

Frente a un paisaje político en el que la diplomacia se entrelaza cuidadosamente con el interés político, persiste la incertidumbre sobre el futuro de Gertz Manero y su eventual asignación a una embajada. Lo que queda claro es que las embajadas en México siguen siendo una moneda de cambio en el ajedrez político, una dinámica que continúa generando debate sobre la eficiencia y efectividad de la política exterior del país.

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