Ernestina Godoy

Hablar de Ernestina Godoy es recorrer más de cuatro décadas de lucha social, activismo jurídico, construcción institucional y compromiso con las causas más sensibles del país. Su reciente nombramiento como primera mujer al frente de la Fiscalía General de la República no es producto de una coyuntura política; es la culminación de una biografía forjada entre expedientes, movimientos sociales, víctimas, damnificados y organizaciones civiles que encontraron en ella una aliada con carácter y convicción.

Su historia no comienza en los altos cargos públicos, sino en las aulas de la Facultad de Derecho, donde desde muy joven se distinguió por su desempeño académico, pero sobre todo por su activismo. Fue discípula del maestro Krieger, quien la formó bajo una visión jurídica profundamente social. Esa influencia la llevó a encabezar la que sería una de sus primeras grandes responsabilidades: se convirtió en presidenta fundadora de la Asociación Nacional de Abogados Democráticos, la primera organización formal de abogados de izquierda en México. Desde ahí, marcó una ruta: el derecho como herramienta de transformación y defensa de quienes históricamente han tenido menos voz.

Su trayectoria profesional es igualmente reveladora. Antes de ocupar cargos públicos, fundó su propio despacho jurídico, desde donde defendió a los damnificados de los sismos de 1985. Ahí supe de ella, en medio de una ciudad herida; mientras yo trabajaba en los organismos de reconstrucción, ella estaba del otro lado de la mesa defendiendo con firmeza y sensibilidad los derechos de quienes lo habían perdido todo. Esa Ernestina combativa, humana, cercana a las causas sociales, es la misma que años después continuó asesorando organizaciones populares y que incluso fuera consejera del subcomandante Marcos, siempre vinculada a movimientos de izquierda y a luchas por justicia social.

Su paso por responsabilidades públicas consolidó ese perfil. Fue legisladora local y federal, servidora pública en Iztapalapa.

Más adelante, su llegada como primera fiscal de justicia de la Ciudad de México marcó otro momento definitorio. El Congreso Legislativo capitalino me distinguió al nombrarme consejero ciudadano para acompañar su gestión. Desde esa posición pude constatar su capacidad para dialogar con los grupos sociales, escucharlos y construir su programa de política criminal, con respeto a la crítica, además de modernizar a la institución sin perder la sensibilidad para poner en el centro de sus actuaciones a las víctimas de los delitos. Ernestina entiende la justicia no como un aparato, sino como una relación humana: escucha, atiende y decide con firmeza. Más tarde, la presidenta Claudia Sheinbaum la nombró su consejera jurídica un cargo que sólo puede ocupar alguien que goza de absoluta confianza política y técnica jurídica impulsando innumerables reformas constitucionales. Desde ahí construyó puentes, resolvió conflictos y se convirtió en figura clave dentro del gabinete, siendo nombrada interinamente fiscal general de justicia de la República, y ratificada por la mayoría del Senado Legislativo como la primera mujer en ocupar ese cargo. Llega a una institución compleja, con enormes rezagos, desafíos presupuestales, altos índices de impunidad y una relación tensa con la sociedad. Pero llega también con una trayectoria que combina experiencia jurídica, visión política, carácter y un profundo compromiso social.

Ernestina Godoy no es improvisación ni coyuntura: es precursora, innovadora, mujer de carácter y figura clave en la transformación de instituciones públicas. Su experiencia y su cercanía con movimientos ciudadanos son elementos que pocas veces convergen en el liderazgo de la procuración de justicia.

Por todo ello, es indispensable seguirla con atención, acompañar su trabajo y reconocer la relevancia de que una mujer con su historia, sensibilidad y firmeza encabece la Fiscalía en un momento en que México exige resultados, seriedad institucional y una justicia verdaderamente al servicio del país.