Un equipo de científicos del University College London (UCL) ha descubierto cómo el cerebro humano decide si una imagen es real o producto de la imaginación. El hallazgo, publicado en la revista Neuron, identifica al giro fusiforme como una región clave en este proceso, lo que podría ayudar a comprender desde ilusiones visuales hasta trastornos como las alucinaciones.
La investigación fue liderada por la doctora Nadine Dijkstra, del Departamento de Neurociencia de la Imagen de la UCL. Para el estudio, se realizó un experimento con 26 voluntarios, a quienes se les mostraron imágenes borrosas que a veces contenían rejillas inclinadas. En algunas ocasiones, la rejilla era real; en otras, se pedía a los participantes que la imaginaran. De forma significativa, muchos aseguraron haberla visto incluso cuando no existía, especialmente si coincidía con lo que esperaban percibir.
Mediante resonancia magnética funcional, los investigadores observaron que durante estas confusiones se activaba intensamente el giro fusiforme. Esta región, ubicada en la parte media del cerebro, combina señales sensoriales internas (imaginación) y externas (percepción) para generar una “señal de realidad”. Cuando esta señal alcanza cierta intensidad, el cerebro interpreta el estímulo como real, aunque no lo sea.
El profesor Steve Fleming, coautor del estudio, explicó que el giro fusiforme funciona como una balanza neuronal que evalúa la fuerza de las imágenes percibidas e imaginadas. Sin embargo, la decisión final sobre si algo es real o no recae en otras áreas del cerebro, como la corteza prefrontal dorsomedial y la ínsula anterior, responsables del juicio y la conciencia.
El estudio también plantea que esta confusión entre lo real y lo imaginado se da con mayor frecuencia en situaciones de baja visibilidad, distracción o cansancio. Además, sugiere que personas con alucinaciones podrían tener alteraciones en este mecanismo de verificación de la realidad.
Más allá del ámbito clínico, el hallazgo podría aplicarse en el desarrollo de tecnologías como la realidad virtual, al ofrecer claves para diseñar experiencias inmersivas que respeten los límites de la percepción humana.
“Nuestros hallazgos sugieren que el cerebro utiliza la fuerza de las señales sensoriales para distinguir entre la imaginación y la realidad”, concluyó Dijkstra. El estudio revela que la línea entre lo real y lo imaginado no es tan clara como parece: el cerebro la traza a cada instante, sin que siempre lo notemos.
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