En un contexto geopolítico en constante evolución, los Estados Unidos parecen estar rediseñando su estrategia internacional, inclinándose hacia un modelo de gobernanza patrimonialista en lugar de una democracia liberal. Este cambio de enfoque refleja un interés renovado por establecer lazos más estrechos con el Sur Global, mientras que la relación con las naciones del Viejo Continente se enfría.
A medida que avanza la década de 2020, se vuelve evidente que la administración estadounidense busca construir alianzas basadas en la influencia y el control más que en los valores democráticos tradicionales. Este fenómeno se puede observar en la forma en que Washington ha estado cultivando relaciones con países en desarrollo, priorizando intereses económicos y estratégicos por encima de los principios democráticos que previamente fundamentaban su política exterior.
Esta nueva actitud frente al Sur Global se traduce en una serie de iniciativas que van desde inversiones en infraestructura hasta acuerdos comerciales, buscando así garantizar una presencia significativa en regiones clave como América Latina, Asia y África. A cambio, muchos de estos países están dispuestos a acoger la influencia estadounidense, que promete desarrollo y crecimiento, aunque a menudo a expensas de principios democráticos.
Mientras tanto, el Viejo Continente experimenta una desviación notable en las dinámicas de cooperación con Estados Unidos. Factores como el ascenso del populismo y el resurgimiento de tensiones militares han llevado a un distanciamiento. Las diferencias en torno a temas como la política ambiental, la migración y la defensa están erosionando las relaciones que alguna vez fueron los pilares de una alianza transatlántica fuerte.
En este nuevo escenario, la política exterior de Estados Unidos se plantea con un enfoque pragmático, buscando maximizar su influencia económica y geopolítica mediante alianzas que se basan más en intereses mutuos que en ideales compartidos. Así, el equilibrio de poder en el sistema internacional continúa transformándose, y la manera en que los actores globales interactúan está cada vez más marcada por realidades transaccionales.
Este análisis sugiere que el futuro de la política internacional puede estar orientado hacia un modelo donde el poder y la influencia prevalecen sobre el compromiso con la democracia liberal, lo que plantea interrogantes sobre las implicaciones a largo plazo de estas estrategias en términos de gobernanza global y estabilidad política.
Actualización: Los datos corresponden a diciembre de 2025.
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