En una devastadora emergencia humanitaria, al menos 63 personas han perdido la vida por desnutrición en solo una semana en El Fasher, una ciudad que enfrenta un asedio implacable en el oeste de Sudán. Este trágico balance fue reportado el pasado domingo por un responsable del ministerio de Salud que pidió permanecer en el anonimato. De esos fallecimientos, la mayoría son niños y mujeres, lo que subraya la vulnerabilidad de los grupos más expuestos en crisis.
El Fasher, la capital de la región de Norte Darfur, ha estado bajo un asedio de las Fuerzas de Apoyo Rápido (FSR) durante más de un año. Desde abril de 2023, estas fuerzas se encuentran en conflicto abierto con el ejército sudanés, dejando a la población civil atrapada en una situación crítica. Es importante señalar que este conteo solo incluye aquellos que pudieron acceder a un hospital, lo que implica que el número total de muertes puede ser aún mayor.
El impacto humano de este conflicto es desgarrador: cerca del 40% de los niños menores de cinco años en El Fasher padecen desnutrición aguda, y un alarmante 11% de estos casos se clasifica como severo, según datos proporcionados por el Programa Alimentario Mundial (PAM). Este preocupante estado de salud infantil es un claro indicativo de la magnitud de la crisis en la zona.
El conflicto en Sudán, que ya ha llegado a su tercer año, ha cobrado decenas de miles de vidas y ha desplazado a millones de personas, generando lo que la ONU describe como “la peor crisis humanitaria en el mundo”. La situación en El Fasher es, por tanto, un microcosmos de la tragedia que afecta a todo el país.
Los ojos del mundo deben posarse sobre Sudán, donde la necesidad de ayuda humanitaria es urgente y donde cada día cuenta para salvar vidas.
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