América Latina y su creciente necesidad de inversión en energías renovables se sitúa en el centro de un debate crucial sobre el futuro de la infraestructura energética de la región. Actualmente, se estima que la región requiere de unos 200,000 millones de dólares anuales para impulsar este sector, según han manifestado altos directivos de bancos multilaterales.
Con una inversión actual de aproximadamente el 3% de su Producto Interno Bruto (PIB) en infraestructura energética, América Latina se posiciona por debajo del promedio global del 5% que destinan regiones como Europa, Asia y el Medio Oriente, según cifras del Banco Mundial. Esta brecha en la inversión indica una oportunidad significativa que aún no se ha aprovechado completamente.
A pesar del interés que muestran empresas y fondos internacionales hacia la región, los líderes bancarios coinciden en que el apoyo gubernamental es vital para garantizar la viabilidad de estos proyectos. En un reciente evento sobre financiamiento para la transición energética organizado por la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (Celac) en Bogotá, Félix Fernández, director para América Latina de la Unión Europea, resaltó que “el dinero no falta”, sino que “el dinero va donde se le acompaña a ir”.
Un claro ejemplo de este potencial es la intención de empresas europeas de invertir 20,000 millones de dólares en energías renovables en Colombia, un país donde el 88% de la generación renovable conectada proviene de firmas de la Unión Europea. Esto subraya la importancia de establecer un clima de inversión favorable y políticas claras para fomentar el desarrollo del sector.
Gabriela Elizondo, del Banco Mundial, enfatizó la necesidad de un marco regulatorio robusto y eficiente, así como una planificación energética sólida que supere los ciclos políticos que a menudo limitan estos esfuerzos. En este contexto, Andrés Rebolledo, secretario ejecutivo de la Organización Latinoamericana de Energía (Olade), subrayó la importancia de pensar en la interconexión eléctrica como un proyecto a largo plazo que trascienda las fluctuaciones políticas.
Finalmente, se vislumbra que América Latina tiene el potencial de consolidar su liderazgo en soluciones energéticas sostenibles. No obstante, esto requerirá crear las condiciones adecuadas en términos de inversión y alianzas sólidas entre el sector público y privado. La necesidad de un enfoque coordinado y estratégico se vuelve, así, una prioridad no solo para atraer la inversión necesaria, sino también para asegurar un futuro energético más sostenible en la región.
La información presentada refleja la situación y proyecciones hasta la fecha de publicación original en 2025, y subraya la urgencia de una respuesta coordinada ante los desafíos actuales en el ámbito energético en América Latina.
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