La tecnología humana tiene en el lenguaje su primer soporte, una invención que permitió a nuestros ancestros construir una cultura y facilitar la comunicación. En palabras de la escritora Ethel Krauze, esta capacidad de narrar historias se remonta a los primeros humanos que, junto a las hogueras, utilizaron onomatopeyas que con el tiempo se transformaron en la riqueza gramatical que hoy conocemos. El cuento, entonces, se erige como una herramienta fundamental para la supervivencia.
Esta reflexión se hizo presente en la reciente conversación entre Krauze y el cuentista Enrique Escalona, ganador del primer Premio Nacional de Cuento UDLAP 2025 por su obra “O Kyrios Jeri”. Este acontecimiento tuvo lugar en la Feria Internacional del Libro de Guadalajara (FIL), donde Escalona recibió su galardón. Durante el diálogo, Krauze destacó la singularidad del cuento: “Puede ser un relámpago que ilumina la noche, dejando una sensación de que, aunque efímera, algo ocurrió”.
La audacia del relato de Escalona fue especialmente elogiada por Krauze, quien también anunció que su obra será editada en una versión ilustrada el próximo año por la Universidad de las Américas Puebla (UDLAP). El autor compartió que la idea de su cuento surgió de un sueño vívido donde se veía a sí mismo como una mano atrapada en una piscina, un punto de partida que, aunque inicial, pronto lo transformó en un relato más elaborado.
El Premio Nacional de Cuento UDLAP 2025 representa una iniciativa vital, especialmente en un contexto donde cada vez hay menos reconocimientos específicamente para cuentos aislados. Gabriel Wolfson Reyes, coordinador de la licenciatura en Literatura de la UDLAP, subrayó que este premio busca recuperar el valor del cuento como una forma literaria única, en una época donde se premian más comúnmente libros de cuentos o novelas.
La edición 2025 del Premio destaca además la tradición literaria hispanoamericana, donde el cuento ha jugado un papel central. Krauze, al recordar la influencia de agentes literarios como Carmen Balcells, enfatizó la necesidad de regresar a las raíces narrativas que nos unen como comunidad. “Todos somos escritores y lectores de cuento”, afirmó, instando a cultivar una red de narrativas que nos conecten y, en última instancia, nos ayuden a sobrevivir como especie.
Este impulso hacia el redescubrimiento y reconocimiento del cuento invita a reflexionar sobre su importancia en el tejido cultural de la humanidad. En estos tiempos, celebrar el relato breve es más que un mero ejercicio literario; es también un acto de resistencia y una afirmación de la creatividad colectiva que nos une.
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