En un análisis reciente sobre la adaptación de Frankenstein dirigida por Guillermo del Toro, se destaca cómo este nuevo enfoque se diferencia de versiones anteriores del clásico. Del Toro logra profundizar en la empatía hacia la Criatura, a menudo referida por Mary Shelley como “la Criatura”, un término que él utiliza frecuentemente, añadiendo un peso simbólico particular a su representación.
La interpretación de Jacob Elordi como la Criatura presenta una vulnerabilidad que permite al espectador ver un lado tierno del personaje. La narrativa se divide en dos partes: primero, la perspectiva de Victor Frankenstein, interpretado como un hombre calculador por Oscar Isaac, y segundo, la visión de la Criatura misma. Este formato narrativo aporta una frescura a la obra, haciendo que el Frankenstein de del Toro se sienta altamente relevante en el contexto actual.
Publicada por primera vez en 1818, la novela original ya abordaba temáticas contemporáneas de su época, y parece que Frankenstein nunca ha dejado de resonar con las inquietudes modernas. A diferencia de adaptaciones previas que presentan a Victor como un villano trágico, del Toro revela las falencias de una masculinidad egocéntrica. En sus propias palabras, Victor se percibe como una víctima, un pensamiento recurrente en tiranos que, mientras claman por compasión, ocasionan sufrimiento a quienes los rodean.
La masculinidad de Victor no surge en un vacío; refleja un contexto donde la violencia es valorada como virtud. Este trasfondo se sitúa durante la Guerra de Crimea, un conflicto entre diferentes potencias que expone los horrores de la guerra y la deshumanización normalizada de las víctimas. A través de esta narrativa, la película plantea la conexión entre la masculinidad y la guerra, resaltando cómo los hombres a menudo son los protagonistas de estos conflictos, solo para convertirse en víctimas de la violencia que perpetúan.
Sin caer en simplificaciones, Frankenstein invita a reflexionar sobre la intersección entre la masculinidad y los conflictos bélicos, contribuyendo a un debate que sigue siendo sumamente pertinente. A medida que las masculinidades evolucionan, guiadas por el contexto histórico, el έργο de del Toro se presenta como una reimaginación de un clásico que, más que nunca, desafía las expectativas del público contemporáneo.
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