La semana pasada participé con dos ponencias en el 10 Congreso Latinoamericano DiSur junto con colegas de la UAEM, la UAM X, la UABC. El resultado siempre es interesante porque pocas veces tenemos la oportunidad de escuchar a nuestros colegas del Sur, sabemos que es una zona efervescente en teorías y aproximaciones al diseño, sobre todo en Argentina que tiene plataformas consolidadas para la difusión, investigación e intercambio académico concerniente al diseño. Las ponencias que se presentaron hablan de experiencias docentes en su mayoría, y de cómo se aproximan a las estrategias formativas que se vinculan con la generación y producción de diseño. Todo fue muy interesante, pero me quedo con la sensación de que a quienes nos dedicamos a la investigación en diseño nos hace falta una verdadera discusión que le dé un cuerpo teórico que arrope adecuadamente lo que sucede en el diseño, sin una guillotina de tiempo (las ponencias fueron de 7 minutos cada una). Es decir, solemos arroparnos con teorías de los elementos formales del diseño, lo que es lógico y necesario, y la demás teoría nos la “apropiamos” de otras disciplinas como la psicología o la sociología, incluso la semiótica. No está mal, para nada, adaptarlas, ya que explican en mucho lo que sucede con el diseño. Sin embargo, hay mucho que decir e investigar sobre lo que sucede entre la docencia y la práctica, referente a la aplicación de metodologías que respondan realmente a una necesidad disciplinar que se refleje en la producción. Las experiencias docentes parecen particulares o casos de estudio, pero desde mi perspectiva reflejan que no tenemos un cuerpo teórico y metodológico que permita establecer procesos de producción generales. No sé trata de que el diseño sea igual en todas partes, al revés, se piensa que cada experiencia formativa es única porque la vinculamos con la creación y entonces resulta que las aproximaciones son iguales, es una paradoja, pero mientras nos carguemos más de lado creativo que del de la aplicación de metodologías, produciremos diseño con poca capacidad de transformación.
Mi punto es: intercambiar ideas para establecer una metodología crítica para producir diseño, que sea general y aplicable con base ética y con escucha activa, va a cambiar la forma en la que se produce el diseño y eventualmente le otorgará una mejor capacidad de transformar la sociedad. Primero porque hay que convertir las metodologías en metodologías críticas, más allá de los recetarios de diseño. Segundo porque la escucha activa se vuelve trascendente la dotar a quien diseña de herramientas de detección de necesidades eficaces mejores a las de la mercadotecnia. Tercero porque por el momento estamos más centrados en la autocomplacencia del proceso creativo, es decir, nos engolosina más ver “lo artístico” del diseño, que la co-creación con las comunidades realmente. Y cuarto, porque como consecuencia de valorar más el sentido artístico, dejamos de lado el intercambio real con quién usa el diseño.
Espero haber planteado el dilema que identifico de forma sencilla, no se trata de dejar de ser artísticos o creativos estéticos, sino de aplicar una metodología crítica. Hay muchos escritos de diseñadores y de asociaciones que marcan claramente la obvia necesidad ética del diseño y el diseñador, pero algo pasa que queda en letra semi-muerta. Yo creo que es la falta de una metodología crítica, habrá que platicar más y debatir en diversos espacios, ¿Quién dice yo para seguir hablando de diseño?





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