Durante el primer trimestre de 2025, Haití ha vivido una escalofriante intensificación de la violencia, con más de 1,600 personas, predominantemente del mundo de las pandillas armadas, perdiendo la vida. Este sombrío dato, publicado por la ONU, revela que entre el 1 de enero y el 31 de marzo, se registraron 1,617 fallecimientos y 580 heridos, resultado de una serie de enfrentamientos que involucran bandas criminales, grupos de autodefensa y, en algunos casos, la actuación de fuerzas de seguridad.
Aunque las cifras marcan una disminución en comparación con el trimestre anterior, que contabilizó 1,741 muertes, y el primer trimestre de 2024, que tuvo un alarmante total de 2,505, la realidad en las calles de Haití se sostiene en un contexto de violencia intensa y fluctuante. Los informes indican que, a pesar de los significativos números de bajas en sus filas —936 individuos en este periodo—, las pandillas han intensificado sus esfuerzos de expansión territorial, apuntando particularmente a áreas estratégicas del área metropolitana de Puerto Príncipe.
Barrios como Delmas 30 y Carrefour Feuilles se han vuelto el foco de estas operaciones, ya que su control podría llevar a los grupos criminales a dominarlas, abriendo el acceso a Pétion-Ville, una de las últimas zonas que se mantiene relativamente a salvo del dominio de las pandillas, donde residen embajadas, bancos y otras instituciones vitales.
El panorama se complica aún más con los recientes ataques violentos desatados en localidades como Mirebalais y Saut-d’Eau, en el departamento del Centro, donde se busca controlar un tramo crítico de la frontera con la República Dominicana, que se extiende por casi 70 km.
Un análisis más detallado revela que la violencia en Haití se ha estructurado en tres dinámicas principales que se han reafirmado desde 2024. En primer lugar, la violencia asociada directamente con las actividades delictivas de las pandillas ha sido responsable del 35% de las muertes y heridos. En segundo lugar, las operaciones policiales contra estos grupos han llevado a un alarmante 56% de pérdidas en vidas. Finalmente, las acciones violentas por parte de grupos de autodefensa, incluidos los conocidos como Bwa Kalé, representan el 9% de los fallecidos y heridos.
Este devastador panorama de violencia en Haití, con su complejidad y múltiples actores, destaca la gravedad de una crisis que, aunque se presenta de manera cíclica, refleja un entorno de inestabilidad persistente que exige atención y acción. La comunidad internacional tiene un rol crucial que desempeñar en la búsqueda de soluciones que aborden no solo el síntoma de la violencia, sino también las raíces profundas de la desigualdad y la falta de oportunidades que alimentan estos conflictos.
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