En una velada en casa de Rafael Alberti, se cruzaron los caminos de Hugo Gutiérrez Vega y Pier Paolo Pasolini. Durante una cena, Gutiérrez Vega, un aficionado a la poesía y el teatro, se encontró con el ya famoso cineasta italiano, quien se encontraba en proceso de filmar El Evangelio según San Mateo. En aquel encuentro, Pasolini reveló su intención de elegir a un joven estudiante de un sindicato clandestino, en lugar de un actor profesional, para interpretar a Jesucristo.
Emocionado por la posibilidad, Gutiérrez Vega recordó que la oportunidad era propicia para Enrique Irazoqui, un activista catalán que sería el protagonista. Al recibir la invitación de Pasolini para participar, Gutiérrez Vega se presentó puntualmente en el set de filmación en el sur de Italia, encontrando una larga fila de aspirantes como él. Pensó que se trataba de una prueba, pero rápidamente se les informó que continuaran por el camino marcado.
Se le entregó una túnica y un turbante, junto con un sándwich y una fruta, antes de ser conducido a un patio donde se vestían otros participantes. Con el título de “sombra que pasa en la lejanía”, el poeta formó parte de un tumulto que vitoreaba a Barrabás. Al asistir al estreno, no logró localizarse en la película, pese a que algunos amigos, tras un análisis minucioso, señalaron detalles menos evidentes, como un reloj en un Rey Mago o una camioneta en el horizonte.
Ese periodo fue significativo para Gutiérrez Vega, ya que coincidió con la publicación de su obra Buscado amor, que incluyó un poema-prólogo de Rafael Alberti, quien ensalzó su estilo personal, destacando su “hermosa voz” y su capacidad de renacer desde la desolación.
Durante su estancia en Italia como tercer secretario de la embajada de México, Gutiérrez Vega se unió a una delegación que incluía a figuras literarias como Miguel Ángel Asturias y Pablo Neruda. Su rol en este viaje fue el de encargado de la logística, llevando las maletas de estos renombrados poetas. Recordó que la peor maleta era la de Neruda, que a menudo llenaba con caracoles, piedras y trozos de madera.
Al regresar a Roma, se encontró con Gonzalo Losada, quien, tras escuchar su experiencia, presagió que su libro no podría ser rechazado gracias a los poetas de renombre de quienes había cargado las maletas. Esta anécdota resalta el esfuerzo y dedicación que supuso Buscado amor, un testimonio de su arduo proceso creativo.
La vida cotidiana y la introspección emocional de Gutiérrez Vega fueron temas centrales en su poesía, reflejando encuentros y experiencias que nutrieron su obra. Sus pasiones por la poesía y el teatro estaban intrínsecamente conectadas; escribió sobre obras de Jean Genet, Chejov, entre otros. La influencia del cine fue palpable cuando, inspirado por Fresas salvajes de Ingmar Bergman, Gutiérrez Vega le envio un poema al director, quien respondió emocionado.
Diez años tras su fallecimiento, Hugo Gutiérrez Vega, a quien él mismo se describía como el “poeta del montón”, sigue vivo en su legado, evocando sonrisas a través de sus versos y su singular visión de la vida.
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