La migración es un tema que frecuentemente se aborda desde una perspectiva negativa, considerándola una carga económica para las comunidades de acogida. Sin embargo, la realidad en América Latina y el Caribe ofrece un panorama mucho más positivo: la migración, cuando se gestiona adecuadamente, se convierte en un motor de crecimiento, innovación y desarrollo. Un reciente análisis de la Organización Internacional para las Migraciones revela que los hogares venezolanos aportan anualmente más de 10.600 millones de dólares a las economías de la región. Este aporte proviene principalmente de gastos en vivienda, alimentos, educación y servicios de salud, lo que a su vez se traduce en alquileres pagados, negocios en expansión y sistemas de salud fortalecidos.
Aunque a menudo se discuten los costos asociados a la migración, se tiende a pasar por alto su contribución fiscal. En Colombia, por ejemplo, los migrantes venezolanos han pagado más de 529 millones de dólares en impuestos en un solo año, fortaleciendo así los servicios públicos que benefician a toda la población.
El espíritu emprendedor de los migrantes también deja una marca significativa. En Panamá, los negocios fundados por venezolanos han generado cerca de 40.000 empleos, mientras que en Aruba han impulsado inversiones que superan los 1.100 millones de dólares. Estos emprendimientos abarcan desde la gastronomía hasta el sector tecnológico, no solo creando empleo, sino revitalizando comunidades y dinamizando sectores clave de la economía.
El análisis realizado en ocho países de América Latina y el Caribe —Colombia, Panamá, Ecuador, Chile, Costa Rica, República Dominicana, Perú y Aruba— demuestra que la población venezolana es altamente productiva y presenta una sólida formación técnica y universitaria. Sin embargo, solo el 18% de ellos trabaja en el sector formal, una problemática que se debe a barreras estructurales en el acceso al empleo y al sistema financiero.
Es fundamental profundizar en políticas de documentación e inclusión. Actualmente, el 70% de los 6,9 millones de venezolanos en la región contaba con un estatus migratorio regular al momento del estudio, lo que ha permitido a millones acceder a oportunidades antes inalcanzables y avanzar en su integración económica. La regularización, lejos de ser el objetivo final, es un paso previo necesario para reducir la informalidad y liberar el inmenso potencial que estas comunidades traen consigo.
De cara al Día Internacional del Migrante, estos hallazgos subrayan la importancia de reconocer el impacto positivo de los migrantes en las comunidades que los acogen y la necesidad de redoblar esfuerzos en favor de iniciativas de regularización e integración. Facilitar el acceso de los migrantes a servicios financieros y empleo digno no es solo un acto de solidaridad; es una estrategia esencial para fomentar economías más robustas y comunidades más cohesionadas.
La migración puede ser vista como una carga o como una formidable fuerza impulsora del progreso. La elección está en manos de nuestras sociedades.
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