El intercambio cultural entre las escuelas de ballet de Cuba y Rusia ha desempeñado un papel crucial en el desarrollo de los artistas cubanos. La Escuela Cubana de Ballet, reconocida globalmente por su virtuosa técnica y la pasión de sus intérpretes, ha cultivado una particular relación con la metodología rusa, especialmente desde los tiempos de la antigua Unión Soviética.
El crítico de arte Yuris Nórido señala que esta escuela es la más reciente entre las grandes tradiciones del ballet mundial. Aunque sus primeros pasos estuvieron influenciados por el ballet estadounidense, el intercambio de conocimientos con la institución rusa, encabezado por figuras emblemáticas como Alicia Alonso y Fernando Alonso, ha promovido un diálogo enriquecedor. Tras la revolución socialista en 1959, numerosos maestros rusos llegaron a Cuba, aportando su experiencia a la incipiente Escuela Nacional de Ballet.
Entre los primeros bailarines del Ballet Nacional de Cuba, destacan artistas rusos como Azari Plisetski, quien se convirtió en un referente para la formación masculina en la isla. Este intercambio entre ambas tradiciones ha perdurado a lo largo del tiempo, con maestros como Lázaro Carreño y Laura Alonso formándose en el ámbito ruso y posteriormente devolviendo su aprendizaje a la escuela cubana.
Alicia Alonso, reconocida por su contribución al ballet, también hizo un recorrido por los teatros soviéticos entre 1957 y 1958, lo que reafirmó su compromiso con la metodología rusa. Este vínculo se inició a fines del siglo XIX cuando la célebre bailarina Anna Pávlova visitó Cuba en 1915, abriendo un camino que continuó con la llegada del bailarín solista Nikolái Yavorski en 1930, quien fue fundamental en la gestación de la escuela cubana y tuvo a Alonso como una de sus más destacadas alumnas.
La educación formal del ballet en Cuba fusiona técnicas de diversas academias, con una fuerte influencia de la metodología del ballet ruso, en especial el método Vaganova, que es esencial para la formación actual. Aunque la Escuela Nacional de Ballet no goza de una conexión directa con la Academia Vaganova, su legado vive a través de los propios maestros cubanos que se formaron en esta prestigiosa escuela.
A medida que el ballet cubano continua evolucionando, se espera que la colaboración con escuelas rusas siga siendo un pilar en el desarrollo de la danza en la isla. Esta interacción no solo enriquece a los bailarines cubanos, sino que también permite que futuras generaciones de estudiantes accedan a un verdadero intercambio cultural, potenciando el aprendizaje y la apreciación del ballet clásico, cuyas coreografías rusas se han integrado al repertorio del Ballet Nacional de Cuba, destacando obras como Don Quijote, El lago de los cisnes y La bella durmiente.
La información presentada corresponde a la fecha de publicación original (9 de septiembre de 2025) y refleja la realidad del diálogo entre estas escuelas de danza, con la esperanza de que continúe fluyendo para enriquecer el repertorio y la técnica del ballet en Cuba.
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