Esa sensación de tirantez que muchas personas experimentan al salir del mar tiene una explicación científica. Investigadores de la Universidad de Binghamton, en Nueva York, han confirmado que el agua salada no solo deja una sensación incómoda, sino que provoca un cambio real en la piel humana, endureciendo su superficie y favoreciendo la pérdida de humedad.
El estudio, publicado en Journal of the Mechanical Behavior of Biomedical Materials, analizó cómo reacciona el estrato córneo —la capa más externa de la piel— al contacto con agua salada. Esta capa, aunque está formada por células muertas, cumple una función vital: actúa como barrera que retiene la humedad y protege frente a agentes externos. Sin embargo, al exponerse al agua del mar, esta estructura se ve alterada.
Más rigidez y mayor tensión en la piel
El equipo liderado por el científico Guy K. German comparó muestras de piel humana expuestas a agua dulce y a agua salada, y midió su respuesta mecánica al secado posterior. El resultado fue claro: la piel que había estado en contacto con agua salada mostraba mayor rigidez y acumulaba más tensión interna al secarse. Esto explica por qué sentimos la piel más estirada y reseca tras nadar en el océano.
“El agua salada genera tensiones de secado mucho mayores que el agua dulce, lo que puede asociarse directamente con la sensación de opresión que sentimos después de estar en la playa”, explicó German.
La sal como agente deshidratante
La clave está en la naturaleza química de la sal. El cloruro de sodio, al quedar en la piel después del baño, continúa absorbiendo humedad incluso cuando ya estamos secos al tacto. En ambientes secos o con brisa marina, este efecto se intensifica, ya que la sal no toma agua del aire… sino de nuestra propia piel. Esto convierte al agua salada en un agente deshidratante potente que endurece el tejido y reduce la eficacia de la barrera cutánea.
¿Un riesgo para la salud de la piel?
Aunque para la mayoría esta sensación es solo una molestia pasajera, el estudio sugiere que, en casos de piel envejecida, seca o con enfermedades dermatológicas, este fenómeno podría empeorar afecciones como xerosis, microgrietas o aumentar la vulnerabilidad a infecciones.
La investigación también destaca que estos efectos no dependen de la edad o tipo de piel, sino que son resultado directo del contacto con sal y su interacción con la humedad ambiental.
Una solución sencilla
La buena noticia es que hay una forma simple de evitar estos efectos: enjuagarse con agua dulce tras salir del mar. Una ducha rápida elimina los residuos de sal que siguen actuando sobre la piel después del baño, ayudando a restaurar su equilibrio natural.
“Muchas veces pasamos por alto pequeños fenómenos cotidianos. Pero incluso tumbado en la playa, hay física y biología ocurriendo en tu piel”, concluyó German.
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