Un fármaco experimental desarrollado por investigadores en Estados Unidos ha despertado interés —y también preocupación— por su capacidad para simular los efectos del ejercicio físico sin necesidad de moverse. El compuesto, conocido como SLU-PP-332, ha demostrado en estudios preclínicos que puede activar procesos metabólicos similares a los que se producen durante el entrenamiento, abriendo la puerta a una posible revolución médica.
Desarrollado por un equipo de la Universidad Saint Louis de Florida, el compuesto ha sido probado con éxito en modelos animales, donde provocó cambios sorprendentes. En ratones, por ejemplo, mejoró notablemente la resistencia: corrieron un 70 % más de tiempo y recorrieron un 45 % más de distancia que aquellos que no lo recibieron. Según los investigadores, esto se debe a una transformación muscular asociada al incremento de fibras tipo IIa, las que predominan en atletas de resistencia. El músculo, en otras palabras, fue “engañado” para comportarse como si hubiera sido entrenado.
El responsable del hallazgo, el profesor Thomas Burris, explicó que el compuesto activa los receptores ERR (α, β y γ), que controlan el metabolismo energético, especialmente en tejidos como el músculo esquelético. El resultado es un aumento en la eficiencia mitocondrial y una mayor quema de grasas, lo que convierte al SLU-PP-332 en una potencial herramienta para tratar trastornos metabólicos.
Y precisamente en ese terreno ha mostrado algunos de sus efectos más prometedores. En 2024, nuevos estudios revelaron que ratones obesos tratados con este compuesto durante un mes perdieron alrededor del 12 % de su peso corporal y redujeron significativamente su masa grasa, todo sin modificar su dieta ni su nivel de actividad física. También se observó una mejora en la sensibilidad a la insulina, un dato que sugiere posibles beneficios en el manejo de la diabetes tipo 2.
Las implicaciones podrían ir aún más lejos. Datos presentados durante la reunión anual de la American Chemical Society sugieren que compuestos como el SLU-PP-332 podrían ser útiles en el tratamiento de enfermedades cardíacas y neurodegenerativas, al fortalecer el corazón e incluso ofrecer cierta protección frente al alzhéimer.
Sin embargo, el camino hacia su uso en humanos aún es largo. Hasta ahora, solo se han realizado pruebas en modelos animales y células. Los científicos detrás del proyecto han fundado la empresa Pelagos Pharmaceuticals con la intención de acelerar el desarrollo y llegar a los ensayos clínicos, aunque estiman que podrían pasar al menos diez años antes de una posible aprobación para uso generalizado.
En caso de que el compuesto supere las fases de seguridad y eficacia, los efectos en el cuerpo humano podrían ser significativos: desde el mantenimiento de la masa muscular en personas con movilidad reducida hasta la mejora del metabolismo basal. Pero también se abren interrogantes importantes. A diferencia del ejercicio tradicional, esta “píldora del rendimiento” no fortalece huesos ni articulaciones, ni se sabe si podría replicar beneficios psicológicos como la mejora del estado de ánimo o la reducción del estrés.
Además, su uso podría desatar una serie de dilemas éticos, sociales y deportivos. Una comercialización sin regulación podría fomentar la falsa creencia de que el ejercicio ya no es necesario, debilitando la cultura de la actividad física y sus múltiples beneficios integrales. También existe el riesgo de que su uso se extienda al ámbito deportivo competitivo, lo que recuerda a otros compuestos como GW501516 y AICAR, prohibidos por organismos antidopaje tras ser utilizados para mejorar el rendimiento de forma artificial.
El posible alto costo del fármaco es otro factor a considerar. Si bien podría justificar su inclusión en sistemas de salud pública para el tratamiento de enfermedades graves, su uso con fines meramente estéticos o de mejora de rendimiento generaría tensiones sobre su accesibilidad y equidad.
El SLU-PP-332 representa, sin duda, un avance notable en la ciencia farmacológica. Pero su verdadero valor dependerá de cómo se integre en la sociedad: si como una herramienta médica responsable o como un atajo peligroso hacia la comodidad. Por ahora, el debate apenas comienza, y será la evidencia científica —y no la impaciencia— la que dicte su futuro.
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