La pintura mexicana está viviendo un renacer notable, como se evidenció en la reciente 20 Bienal Rufino Tamayo, que se inauguró el 5 de noviembre y permanece abierta hasta el 7 de diciembre en el Museo Tamayo, ubicado en Paseo de la Reforma 51, en el Bosque de Chapultepec, alcaldía Miguel Hidalgo. Esta bienal reúne a 38 artistas de 12 entidades del país, además de contar con obras de tres naciones invitadas.
Tobias Ostrander, curador de arte latinoamericano, destacó que, tras un periodo dominado por la fotografía y el video, la pintura ha recuperado su protagonismo, evidenciando una diversidad y riqueza que hacía años parecían inalcanzables. “La pintura está muy viva en México, mucho más que hace 15 años”, afirmó Ostrander, señalando que el medio pictórico se ha entrelazado con diversos discursos artísticos contemporáneos.
La muestra incluye 40 obras seleccionadas por un jurado compuesto por Paulina Ascencio, Tobias Ostrander y Víctor Palacios, además de las artistas Berta Kolteniuk y Lucía Vidales. Entre los asistentes al concurso, Othiana Roffiel Sánchez, Jorge González Velázquez y Javier Peláez Gómez se alzaron con los premios, mientras que Daniela Ramírez, Francisco Muñoz, Laura Meza y Octavio Moctezuma recibieron menciones honoríficas.
Cada pieza exhibida es una exploración única de técnicas, materiales y conceptos. Desde obras que rinden homenaje a la pintura tradicional hasta experimentaciones más vanguardistas, los artistas están desafiando convenciones e indagando en nuevas narrativas. Por ejemplo, Roffiel Sánchez, con su obra “Mirage”, juega con la ambigüedad entre lo figurativo y lo abstracto, mientras que Javier Peláez Gómez indaga críticamente en la estética y la violencia asociada al cultivo de flores tóxicas.
Otro de los destacados, José Gonzalo García, presenta “El desfile del salvaje hacia un futuro”, inspirada en la película de 1973 de Jorge Fons, en un diálogo entre el cine y la pintura contemporánea. Asimismo, la obra “La verdad histórica” de Gabriel Garcilazo ofrece una crítica aguda a la versión oficial de la desaparición de los 43 estudiantes de Ayotzinapa, reflejando el compromiso social de algunos artistas.
La 20 Bienal Rufino Tamayo se convierte, así, en un espacio donde la vitalidad y la diversidad de la pintura se ven reflejadas en una era mediática, recordando al público que, a pesar de la saturación de imágenes digitales, la experiencia de apreciar una pintura en persona sigue siendo irremplazable. La curaduría busca visibilizar y celebrar la pluralidad del arte pictórico en el contexto contemporáneo.
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