El pasado domingo no solo se llevaron a cabo elecciones municipales en Durango y Veracruz; también se realizó una evaluación tácita del joven Andrés Manuel López Beltrán, actual Secretario de Organización de Morena. Aunque no se presentó como candidato, muchos ya lo ven como un posible heredero político de su padre, el presidente Andrés Manuel López Obrador.
En Veracruz, la coalición de Morena, el PVEM y el PT logró conquistar 112 de los 211 municipios, abarcando al 65.01% de la población del estado. Este resultado representa un crecimiento significativo en comparación con 2021, cuando obtuvieron 93 municipios y cubrían el 60.03% de la población veracruzana. La eficacia de esta unión política se manifiesta de manera palpable: Veracruz se puede considerar una operación exitosa.
Por otro lado, en Durango, la situación fue más compleja. Morena y sus aliados alcanzaron la victoria en 16 municipios, dos menos que en 2022. Sin embargo, su impacto poblacional creció del 15.14% al 33.05%. Mientras tanto, el bloque del PAN-PRI amplió su control de 19 a 20 municipios, aunque su peso poblacional disminuyó del 84.55% al 64.98%. Este dato es relevante, considerando que conservaron los municipios más estratégicos, incluyendo la capital, que muchos morenistas aspiraban a ganar.
Estos resultados presentan un panorama mixto para la coalición en el poder: hay avances significativos en Veracruz mientras que, en Durango, se observa un crecimiento de movimientos opositores como Movimiento Ciudadano, que ha ganado terreno en áreas urbanas, incluso en bastiones como Poza Rica.
Es importante destacar que la participación electoral en Veracruz fue inferior al 40%, con una caída de 400,000 votantes en comparación con 2021. Este descenso evidenció un desapego ciudadano que ambas partes deben considerar.
A pesar de no haber sido candidato, López Beltrán ha estado muy presente en el trasfondo de estas elecciones. Desde su asunción a la Secretaría de Organización en octubre de 2024, ha jugado un papel crucial al impulsar candidaturas y negociar alianzas con el Verde y el PT, construyendo una red de lealtades que le otorgan poder interno en el partido. Su bajo perfil, lejos de las redes sociales y del debate público, no ha opacado su influencia, pues ha logrado posicionarse en el corazón del partido.
Sin embargo, su carrera hasta ahora ha estado marcada por la falta de un recorrido público que respalde su ascenso. Nunca ha sido electo ni gestionado recursos, y su capacidad se atribuye en gran medida a su conexión familiar. No ha enfrentado críticas ni ha expuesto públicamente su visión del país, lo que suscita dudas en algunos sectores de Morena sobre su legitimidad y habilidades.
Este silencio estratégico lo ha mantenido al margen de la crítica, pero también le ha generado desconfianza en un contexto político que ha sido históricamente reacio a las herencias dinásticas. Muchos se preguntan si su futuro en la sucesión política depende exclusivamente de su apellido o si estará dispuesto a mostrar la sustancia detrás de su figura.
A medida que se perfila como potencial sucesor de su padre, será vital que López Beltrán salga de las sombras, presente sus ideas y demuestre que tiene más que ofrecer que solo su linaje. Al fin y al cabo, en un país que avanza hacia la reivindicación política y social, el liderazgo debe estar respaldado por la competencia y la transparencia.
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