Durante la Feria Internacional del Libro, un cálido diálogo entre escritores se convierte en un espacio para la reflexión y el aprendizaje. Entre los asistentes se encontraban dos figuras emblemáticas de la literatura latinoamericana: Gabriel García Márquez y Elena Poniatowska, quienes compartieron sus experiencias y perspectivas sobre el arte de narrar.
La conversación se desarrolló en un ambiente de camaradería y humor, en el que ambos escritores compartieron anécdotas de su carrera literaria. García Márquez, conocido por su realismo mágico, y Poniatowska, reconocida por su compromiso social y su aguda observación de la realidad, hicieron un llamado a la importancia de contar historias que trascienden lo cotidiano. En su discurso, ambos ponentes enfatizaron que la literatura no solo se trata de crear mundos imaginarios, sino de dar voz a quienes suelen ser ignorados en la sociedad.
García Márquez tomó la delantera al señalar que la escritura debe ser un acto de amor. Expresó que cada palabra y cada página deben reflejar la pasión por narrar y descubrir la esencia humana. La conexión emocional que se establece entre el autor y el lector es, según él, un hilo invisible que refuerza el impacto de la narrativa.
Por su parte, Poniatowska destacó el poder de la memoria colectiva. Relató historias de personajes que han marcado la historia de México y cómo, a través de la literatura, se puede rescatar y conmemorar las experiencias de la gente común. Sus relatos están impregnados de un profundo sentido de justicia social, lo que destaca la responsabilidad del escritor como un cronista de su tiempo.
Ambos autores coincidieron en la necesidad de dar visibilidad a las historias olvidadas y en la importancia de que las nuevas generaciones de escritores mantengan viva la chispa de la curiosidad y la empatía. La literatura, argumentaron, es una herramienta poderosa que puede influir en la conciencia colectiva y generar cambios significativos.
La interacción entre García Márquez y Poniatowska también estuvo marcada por un sentido de humor que cautivó al público. Sus bromas y chistes aligeraron la conversación, creando un ambiente propicio para la reflexión profunda. Tal dinámico intercambio no solo enriqueció a los presentes, sino que también subrayó la importancia de disfrutar el proceso de escribir y leer, convirtiendo la literatura en un acto no solo de intelecto, sino de alegría compartida.
Este encuentro en la feria no solo fue un homenaje a la literatura, sino también una invitación a los lectores y escritores a abrazar la diversidad de relatos que componen nuestro legado cultural. Mientras las voces de estos autores resuenan en el espacio literario, queda claro que la narrativa continúa atesorando nuestro pasado y dando forma a nuestro futuro. En cada página escrita se encuentra un espejo en el que todos podemos reconocernos y escuchar las historias que nos unen.
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