La pérdida y la memoria son temas universales que resuenan con particular intensidad en nuestras vidas, especialmente en esos momentos que parecen marcar un antes y un después. En diciembre de 2025, en el corazón de una narrative conmovedora, se nos presenta la historia de una familia que se enfrenta al luto, la recuperación y la gratitud.
En un viaje nostálgico hacia el bosque de la infancia, un hijo recuerda a su madre, quien ha partido hacia un lugar donde su memoria se encuentra intacta. Un escenario lleno de pinos y nieve simboliza la calma de los recuerdos compartidos, donde el padre de este narrador, quien había estado esperando durante años, se reúne con su esposa. Esta imagen de reencuentro evoca el poder del recuerdo y el amor que trasciende incluso la muerte.
Mientras esta madre se despide, su hija, la hermana del narrador, lucha contra un coma tras un grave accidente automovilístico. Al despertar, trae consigo un aire de esperanza y una mezcla de idiomas que refleja su vida. Ella, que celebró recientemente la llegada de un nuevo nieto, vuelve a tocar las melodías de su infancia, mezclando inglés y español en un acto de renovación. Este contraste entre el pasado y el presente da voz a un profundo sentimiento de gratitud hacia aquellos que han estado a su lado durante este momento crítico.
Cada esfera de su árbol de la vida representa una forma de agradecimiento. Estas esferas, llenas de colores, simbolizan desde la salud de un hermano hasta la música que llena sus vidas. El narrador menciona un amigo invaluable que fue un faro durante su propia tormenta, y no olvida a sus hijos, cuya bondad resulta esencial en su vida.
Sin embargo, este relato no se queda en lo personal. Aborda el contexto más amplio, el desafío de enfrentar la era actual, marcada por la corrupción, la ignorancia y la violencia. La figura del “narcohorror” se menciona como un recordatorio de la realidad cruda que enfrenta México y otras naciones. Sin embargo, hay un resquicio de esperanza que permanece vivo en medio del desasosiego: el poder de la comunidad y el arte, que permiten a las personas alejarse temporalmente del caos que lo rodea.
El narrador utiliza un simbolismo de esferas que representan no solo momentos de gratitud, sino también la visión hacia un futuro mejor para la juventud. A pesar de las adversidades, la resiliencia se manifiesta en la promesa de un nuevo año y en el reencuentro con la alegría simple de vivir.
La narración culmina con un sentimiento fuerte de comunidad y conexión, invitando a todos a llevar consigo un mensaje de esperanza y a buscar cada día la paz y la alegría que son vitales en nuestras vidas. Es un llamado a vivir con gratitud y a recordar que, en medio de la turbulencia, siempre hay espacio para el amor, la memoria y el aprendizaje. En esta época del año y siempre, se nos recuerda que cada uno de nosotros puede ser una esfera de luz para aquellos que nos rodean.
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