Nos han pasado a todos y, por lo que sea, nos hacen pensar que pertenecemos a una élite sui generis de listillos que se han dado cuenta de que Superman y Clark Kent son la misma persona a pesar de que se quite las gafas.
Las historias extraordinarias son para otros foros. Si se te da bien narrar lo extraordinario dedícate a los juegos de rol, y si se te da bien relatar lo obvio, apúntate a un open mic.
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Se habla a menudo del machismo en el mundo de la comedia, pero no leo mucho sobre lo que —creo yo― subyace; el tipo que se sube a un escenario para contar chistes está quemando sus últimos cartuchos en la guerra del apareamiento… Ni es emprendedor, ni es deportista, ni estrella de rock, ni director de cine. Pues a contar unos chistes. Normal que al que está ahí agarrándose a un clavo ardiendo le fastidie que las chicas estén debajo del foco y no admirándole a él.
Tuvieron que llegar Janeane Garofalo, Tina Fey o Maya Rudolph para dejar claro que las mujeres pueden también hacer reír, cosa que ya se sabía en la ficción porque ya lo habían demostrado Mabel Normand, Lucille Ball, y por qué no… Mary Santpere, Beatriz Carvajal, Fedra Lorente y Chus Lampreave. No sería justo no mentarlas. En el caso del stand up comedy han tardado en cuajar las mujeres. Estaban más monas aplaudiendo y riéndole las gracias a los chicos. Hoy tenemos prodigios como Bianca Kovacs, Paula Púa, y estrellas de las redes como Inés de Miguel o Estefanía Zuloaga (Hey Zulu). Me gusta reírme con monólogos sobre historias sin interés. Me encanta que los monólogos sobre ser mujer y tener la regla vayan quedando atrás.
Y lo cuento porque esta semana una de las premiadas en los Premios Ondas ha sido Victoria Martín, una cómica que, si juega bien sus cartas y quiere, puede ser el Jorge Javier del mañana (menudo halago envenenado, ¿eh?). No entiendo por qué habla tanto de las mujeres “válidas” para hacer comedia. Ella tiene gracia, no le hace falta ese discurso.
