En las vibrantes ciudades de América Latina, las motocicletas han emergido como protagonistas silenciosos en la vida urbana, transformando no solo la movilidad personal, sino también el panorama económico. Estas máquinas de dos ruedas, inicialmente vistas como una respuesta a la falta de transporte colectivo confiable, han evolucionado para convertirse en ejes fundamentales del desarrollo económico y laboral en países como México, Perú, Brasil y Venezuela.
La presencia de motocicletas ha crecido de manera impresionante en la región. En Colombia, el parque de motocicletas se ha duplicado en menos de diez años; en Perú, las ventas aumentaron más del 60 % tras la pandemia; y en Venezuela, estimaciones indican que, hacia finales de 2025, más de un millón de motos estarán recorriendo las calles de sus ciudades. Este notable incremento no solo refleja un cambio en la movilidad, sino que también está ligado al auge de la economía digital y al sector de delivery, que ha mejorado la conexión entre consumidores y negocios de una manera sin precedentes.
Las plataformas de reparto urbano han redefinido el papel de las motocicletas. En Brasil, la popular aplicación iFood emplea a más de 200,000 repartidores, mientras que en Colombia, Rappi se ha erigido como una de las principales opciones para trabajadores independientes. En Venezuela, cadenas como Farmatodo han establecido sus propias redes de entrega en moto, fomentando así la creación de empleos que, en muchos casos, superan el salario mínimo, incluso en medio de una crisis económica.
Sin embargo, el crecimiento del empleo motorizado genera tensiones con respecto a la formalidad y la informalidad laboral. En Venezuela, se estima que en 2024 más de 200,000 motorizados habrán ingresado al sector de delivery, evidenciando así el potencial del comercio electrónico para generar empleos significativos. Los repartidores a menudo operan con contratos de prestación de servicios, lo que implica una formalización híbrida: a pesar de estar uniformados y contar con seguros parciales, carecen de estabilidad laboral y prestaciones completas. Esta situación no es exclusiva de Venezuela; en otros países de la región, como Perú y Brasil, también se están evaluando normativas y regulaciones para proteger a estos trabajadores.
Más allá del sector de delivery, las motocicletas han adquirido un rol crucial como infraestructura invisible en las ciudades. Facilitan el comercio electrónico y mantienen la circulación de bienes esenciales, especialmente en áreas congestionadas donde el transporte público es limitado. Gracias a su versatilidad, miles de familias dependen de ellas para generar ingresos y sostener su economía diaria. No obstante, este modelo también presenta nuevos desafíos relacionados con la seguridad vial, la planificación urbana y la sostenibilidad ambiental.
El desafío para la región radica en reconocer a los motorizados como actores claves en la economía y la movilidad urbana. Integrar sus necesidades en políticas de seguridad vial, transición energética y protección social es esencial para construir un modelo de movilidad productiva y sostenible. Expertos de organizaciones internacionales han señalado que aquellos países que han logrado regular exitosamente este tipo de empleo no han restringido el uso de las motocicletas, sino que han garantizado condiciones seguras y sostenibles para su operación.
Para abordar estas cuestiones, es urgente la implementación de medidas que incentiven la electrificación de las flotas, la educación vial y la creación de infraestructuras seguras. La recopilación de datos abiertos relacionados con el empleo motorizado resultará vital para avanzar hacia una movilidad digna y responsable.
Así, en América Latina, las motocicletas han pasado de ser un mero recurso de movilidad a convertirse en un componente estructural de la economía urbana. Su capacidad de conectar negocios y personas redefine no sólo cómo nos movemos, sino también cómo vivimos y trabajamos en entornos urbanos en constante cambio. Reconocer su valor es primordial para el diseño de políticas de transporte que respondan a la realidad actual, pues, en esencia, gran parte de la economía de la región sigue moviéndose, literalmente, sobre dos ruedas.
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