México ha dejado claro que no necesita a la Organización de Estados Americanos (OEA) para estrechar lazos con América Latina. Ese es el mensaje que envía la diplomacia mexicana que, tras meses de confrontaciones con el secretario general del organismo, Luis Almagro, ha visto en la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (CELAC) la oportunidad ideal para impulsar su liderazgo regional y, de paso, para relegar a la OEA, un ente que carga con el peso histórico de estar bajo el control de Estados Unidos.
Ciudad de México será la anfitriona de la Reunión de Cancilleres de la CELAC este sábado, que será el primer encuentro presencial desde el estallido de la pandemia y que contará con la presencia de 25 ministros de toda la región. Será también el primer ensayo para la próxima cumbre de Jefes de Estado latinoamericanos en México de septiembre próximo, la primera en cuatro años.
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La ocasión es el 238º aniversario del natalicio de Simón Bolívar, un símbolo invocado por los organizadores mexicanos para apelar a la integración latinoamericana y caribeña. “Si nos dividen, si nos pulverizan vamos a ser presa de uno u otro imperio, sea del imperio del que nos estamos liberando o de los nuevos imperios”, dijo esta semana Marcelo Ebrard, el secretario de Relaciones Exteriores de México, en un discurso tras develar una placa en honor a Bolívar que recordó los dilemas que enfrentaron los países latinoamericanos después de declararse independientes y que sentaba las base ideológicas y los objetivos políticos de la reunión de este sábado.
El analista argentino Carlos Pagni refiere que en el ADN de la izquierda latinoamericana prima un componente “antiimperialista”, que se contrapone a la doctrina Monroe y busca “una América sin los americanos (estadounidenses)”. “La CELAC es justamente ese espacio de contradicción con la OEA”, comenta Pagni. Almagro llegó a la Secretaría General de la OEA en mayo de 2015 con la carta de presentación de haber sido ministro de Exteriores durante el Gobierno de José Mujica, pero el tan anhelado viraje latinoamericanista o hacia la izquierda no se produjo durante su gestión. Al contrario, su permanencia ha dependido del apoyo de Washington.