La reciente escalada de la campaña estadounidense contra el régimen de Nicolás Maduro ha colocado a México en una encrucijada delicada, donde la diplomacia juega un papel crucial. La presidente Claudia Sheinbaum ha utilizado esta oportunidad para fijar una postura firme en defensa de la soberanía venezolana, al tiempo que busca no fracturar los frágiles equilibrios que mantiene con Washington. Este contexto se torna aún más tenso ante la significativa presión ejercida por el expresidente Donald Trump, quien ha mostrado un marcado interés en intensificar la ofensiva contra Venezuela, incluso considerando la posibilidad de acciones militares.
Con el petróleo venezolano en el centro del escenario, la situación ha tomado un giro crítico. Desde septiembre, Estados Unidos ha llevado a cabo una serie de interacciones militares en el Caribe, que han resultado en más de 80 muertes en operaciones contra supuestas narcolanchas. Lo que inició como una operación contra el narcotráfico se ha transformado en un ataque directo contra las finanzas del gobierno venezolano, lo que ha suscitado preocupaciones sobre una posible intervención militar. En respuesta, Sheinbaum ha hecho un llamado a la ONU para prevenir un derramamiento de sangre y ha ofrecido el territorio mexicano como un posible espacio de negociación entre las partes.
Este mensaje ha resonado fuertemente en el ámbito político estadounidense, con la congresista María Elvira Salazar acusando al gobierno mexicano de “respaldar a las dictaduras” de Venezuela y Cuba. A pesar de la escalada retórica, Sheinbaum reitera que su postura se alinea con el legado histórico de la diplomacia mexicana, caracterizada por el respeto a la soberanía y la no injerencia en asuntos de terceros países.
La tensión no se limita únicamente a Venezuela; la reciente designación de varios carteles mexicanos como organizaciones terroristas por parte de EE.UU. y el etiquetamiento del fentanilo como “arma de destrucción masiva” han abierto la puerta a temores de una posible incursión militar estadounidense en México. Ante esta amenaza, el gobierno mexicano ha intensificado sus esfuerzos en materia de seguridad, incluyendo aumentos en los arrestos y la extradición de líderes de narcotráfico a Estados Unidos.
Históricamente, la política exterior mexicana ha funcionado bajo un principio no escrito que permitía al país tomar posiciones contrarias a las de Estados Unidos, siempre que no generaran un conflicto serio. Este equilibrio se ha reflejado en la relación entre México y las naciones con gobiernos de izquierda autoritaria, como Venezuela y Cuba. Sheinbaum, al igual que sus antecesores, se encuentra en una posición donde busca distanciarse de la máxima autoridad estadounidense sin provocar consecuencias adversas.
A medida que la situación con Venezuela se desarrolla, muchos analistas sostienen que el enfoque de Sheinbaum debe seguir siendo prudente y firme. Aunque el diálogo con Maduro puede parecer un reto monumental, los esfuerzos previos de México en la mediación entre el chavismo y la oposición no han logrado frutos claros. Las dinámicas geopolíticas han cambiado drásticamente, y el contexto actual podría obligar a México a repensar sus estrategias.
Esta situación no solo involucra a México y a EE.UU.; es un recordatorio de que los intereses internacionales tienden a ser interdependientes. En este conflicto entre potencias, la aplicación de principios diplomáticos históricos puede ser crucial para preservar la soberanía y la estabilidad regional. A medida que el mundo observa, México enfrenta el desafío de navegar por estas aguas turbulentas sin perder de vista su propio interés nacional.
Actualización: Datos corresponden a 2025-12-18.
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