La inteligencia artificial (IA) se ha erigido como el catalizador de un cambio que promete revolucionar las dinámicas en sociedad, economía y gobernanza. La expectativa es que su llegada marque el fin de un mundo desconectado, impulsando la digitalización y derribando barreras que han perpetuado desigualdades por generaciones. Sin embargo, la vía hacia este futuro no está libre de obstáculos; el modo en que se implemente la IA determinará su impacto en la sociedad.
En el contexto de México, la IA está en etapa de crecimiento. Este potencial podría posicionar al país como un líder en América Latina, siempre que se superen las barreras estructurales que amenazan con acentuar la brecha digital. La disponibilidad de servicios de telecomunicaciones es fundamental; sin ella, el acceso a la IA se torna insostenible.
México presenta ventajas competitivas, como su robusto mercado interno y una economía considerable, además de contar con instituciones educativas de renombre como la UNAM y el Tecnológico de Monterrey, que están impulsando proyectos en áreas clave de IA, desde el procesamiento de lenguaje natural hasta la inteligencia de negocios.
No obstante, los desafíos son significativos. La falta de infraestructura digital sólida y la escasez de talento especializado son aspectos críticos que han sido subrayados en informes internacionales, colocándose a México en una posición media en cuanto a la preparación para la IA a nivel latinoamericano. La emigración de profesionales con habilidades digitales es un fenómeno común en la región, lo que agrava la situación.
El panorama se complica aún más por un marco regulatorio en evolución que ha generado críticas en el sector. Las decisiones sobre la regulación de la IA, bajo la administración de la presidenta Claudia Sheinbaum, reflejan una tendencia hacia el control ejecutivo, lo que suscita preocupaciones sobre la libertad de acceso y uso de esta tecnología.
La realidad es que gran parte de la población mexicana sigue lidiando con altos niveles de pobreza y desigualdad. Las comunidades rurales y las poblaciones indígenas son las más afectadas por la escasa conectividad, lo que limita su acceso a tecnologías emergentes como la IA, una herramienta que podría ser crucial para mejorar sus condiciones de vida.
Un campo particularmente relevante en el desarrollo de la IA es el de los Modelos de Lenguaje de Gran Escala (LLMs). En México, este campo aún está en sus primeras etapas, con la mayoría de los modelos siendo importados de gigantes tecnológicos internacionales. Aunque existen esfuerzos locales, su alcance ha sido limitado.
Las proyecciones normativas sobre la regulación de la IA generan incertidumbres. Si las iniciativas se centran en entidades extranjeras, surge la cuestión de cómo reaccionará el Estado si estas plataformas producen contenidos considerados perjudiciales para la nación. Además, la falta de datos lingüísticos de calidad en español mexicano y lenguas indígenas, así como la infraestructura técnica necesaria, frenan el desarrollo de una IA autóctona.
En cuanto a la necesidad de generación de datos precisos, los modelos de IA dependen de la calidad y representatividad de la información con la que son entrenados. Sin políticas públicas que fomenten la recopilación de datos locales y la digitalización de fuentes históricas, México no podrá competir de manera efectiva en este campo.
Hoy, son principalmente las áreas urbanas y de mayor nivel socioeconómico las que se benefician de la IA, mientras que comunidades menos favorecidas enfrentan riesgos de exclusión. Este fenómeno no solo es técnico, sino también cultural y económico. Sin una intervención adecuada, la IA podría perpetuar desigualdades en lugar de solucionarlas.
La respuesta a estos desafíos no es nueva: se requiere una cobertura amplia de servicios de telecomunicaciones, tarifas asequibles y educación accesible sobre el valor de estas tecnologías. Sin enfoques integrales en estas áreas, el auge de la IA será meramente especulativo.
Con todo, México tiene ante sí oportunidades significativas. La diversidad lingüística, una comunidad científica activa y sectores económicos con alto potencial, podrían ser factores de éxito. Si la administración actual establece una regulación clara, invierte en infraestructura digital y fomenta colaboraciones público-privadas, México podría convertirse en un referente en IA, contribuyendo a cerrar su brecha digital en lugar de ampliarla.
Queda por ver si estas posibilidades se concretarán en los próximos años. Lo que es cierto es que, si se logra avanzar en estos ámbitos, el país podría experimentar un cambio significativo en su desarrollo y bienestar.
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