El 25 de abril de 2025, se produjo una conmoción significativa en el ámbito educativo y social con el fallecimiento de Erick Torbellin, un adolescente de 13 años, durante un campamento organizado por la Academia Militarizada Ollin Cuauhtémoc, una institución basada en la educación militar en Cuernavaca, Morelos. Este trágico acontecimiento ha desvelado una serie de abusos y maltratos hacia los alumnos de la institución, que despiertan inquietudes sobre la ética y la seguridad en programas educativos de este tipo.
Los familiares de Erick han denunciado que su cuerpo presentaba señales de violencia física. A raíz de su muerte, aproximadamente 30 padres de familia se dirigieron a la Fiscalía de la Ciudad de México para presentar denuncias, exigiendo justicia y una investigación minuciosa sobre las circunstancias que rodearon el deceso de sus hijos.
La Academia Militarizada Ollin Cuauhtémoc, cuya sede se localiza en la colonia Santa María de la Ribera en la Ciudad de México, se presenta en sus plataformas digitales como una entidad que conjuga formación académica con disciplina de estilo militar. La institución alegaba que su método educativo no solo mejoraba el rendimiento escolar, sino que también garantizaba un desarrollo equilibrado en los aspectos físico, emocional y mental de los alumnos, promoviendo valores como responsabilidad, liderazgo y honor. Sin embargo, tras lo ocurrido, estas promesas se ven seriamente cuestionadas.
Antes de la tragedia, la Academia solía compartir contenido en redes sociales destacando su oferta educativa y la formación de “mujeres y hombres vencedores”. Sin embargo, testimonios de varios padres han revelado dinámicas disciplinarias que se describen como abusivas y violentas, incluyendo castigos severos, ejercicios físicos extremos y cuestiones preocupantes relacionadas con la alimentación de los menores.
Las quejas no solo se limitan a la disciplina física; también se ha denunciado violencia verbal por parte de las autoridades escolares, donde se empleaban insultos y acoso escolar dirigido hacia aquellos estudiantes que no cumplían con las estrictas órdenes del programa.
El impacto de la muerte de Erick llevó al Instituto de Verificación Administrativa (INVEA) de la Ciudad de México a suspender temporalmente las actividades de la academia el 28 de abril. Tras una inspección, las autoridades encontraron irregularidades en los permisos de funcionamiento de la institución, señalando que no contaba con la autorización necesaria para realizar excursiones ni campamentos fuera de sus instalaciones. A pesar de que esta clausura no se establece como causal directa del fallecimiento, es indudable que la presión ejercida por la comunidad y las familias afectadas fue determinante para estas acciones.
El caso de Erick se encuentra bajo la investigación de la Fiscalía de la Ciudad de México, que ha prometido mantenerse en contacto con la familia y garantizar que se siga de cerca el desarrollo de la pesquisa. Este suceso no solo pone de relieve la importancia de la regulación en instituciones educativas de modelos disciplinarios rígidos, sino que también despierta un debate sobre la seguridad y el bienestar de los menores en entornos que buscan combinar la educación con la disciplina militar.
En tiempos en los que la educación debe ser un espacio seguro y enriquecedor para los jóvenes, la muerte de un niño en circunstancias tan dolorosas urge a la reflexión acerca de las prácticas y valores que queremos inculcar en la formación de futuras generaciones. Las familias afectadas continúan buscando justicia, y la comunidad educativa observa atentamente el desenlace de este complejo y serio asunto.
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