Caracas vive momentos de creciente tensión en el contexto de las relaciones entre Venezuela y Estados Unidos. El presidente Nicolás Maduro, en un claro tono desafiante, ha afirmado que “no hay forma” de que Estados Unidos invada su nación, instando a la ciudadanía a unirse a la Milicia Bolivariana como respuesta al reciente despliegue militar estadounidense en el Caribe.
Washington ha confirmado la presencia de ocho buques de guerra y aproximadamente 4,000 soldados en la región, movidos bajo el pretexto de operaciones contra el narcotráfico. Esta decisión se produce en un contexto en el cual la recompensa por la captura de Maduro ha aumentado a 50 millones de dólares, debido a acusaciones de liderar un cartel de narcotráfico.
Durante un acto militar, Maduro enfatizó que Venezuela está más “fuerte y preparada” para defender su soberanía frente a lo que considera amenazas externas. Anunció una jornada de reclutamiento en la Milicia Bolivariana, que según sus datos cuenta con 4.5 millones de miembros, como parte de una estrategia para mostrar unidad y resistencia. “Luego de 20 días continuos de amenazas y guerra psicológica, hoy estamos más fuertes que ayer”, declaró.
El ejercicio militar, que incluyó a 1,000 efectivos de operaciones especiales, destacó lemas como “Dudar es traición”, reflejando una lealtad inquebrantable al legado chavista. En un giro político, Maduro también ha expresado su voluntad de coordinar esfuerzos de seguridad con Colombia, especialmente tras la decisión del presidente Gustavo Petro de aumentar la militarización en la región del Catatumbo con 25,000 soldados.
Paralelamente, el gobierno de Caracas ha enviado una carta a la ONU pidiendo al secretario general, António Guterres, que solicite a Estados Unidos que detenga lo que consideran “acciones hostiles” en su contra. En su discurso, Maduro acusó a Washington de orquestar una “guerra psicológica” con el objetivo de desestabilizar Venezuela, desafiando la efectividad de las sanciones y bloqueos: “Ni sanciones, ni bloqueos, ni amenazas podrán doblegar a Venezuela”.
La Fuerza Armada del país, profundamente politizada desde la era de Hugo Chávez, retiene el saludo oficial de “¡Chávez vive!” como símbolo de su identidad. Analistas sugieren que la retórica bélica del gobierno no es más que un intento de cohesionar sus bases frente a una creciente presión internacional, especialmente ante el aumento de la presencia militar estadounidense en la región, que podría intensificar las tensiones entre Caracas y Washington.
La situación actual, marcada por sanciones económicas y acusaciones mutuas de narcotráfico, subraya la complejidad de las relaciones bilaterales, donde el clima de confrontación puede tener repercusiones significativas en la estabilidad regional. Esta dinámica se desarrolla en un contexto en el que la información es crucial para entender el futuro político y militar de Venezuela, a medida que el país enfrenta desafíos internos y externos en su búsqueda por la soberanía y la estabilidad.
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