La reciente edición del Foro Internacional de Primera Infancia se consolidó como el principal espacio de discusión sobre el desarrollo infantil temprano en América Latina. En el panel titulado “La agenda de la Primera Infancia en América Latina: vacíos y prioridades para los próximos 10 años (2025–2035)”, destacados académicos y especialistas, como Milagros Nores de Rutgers University y Jorge Cuartas de New York University, hicieron un llamado a una profunda reflexión crítica sobre la situación actual. Aunque se han hecho progresos significativos, persisten brechas alarmantes, puesto que la primera infancia no ha sido capaz de establecerse como una prioridad política y presupuestaria integral.
Durante el panel, moderado por Manuel Pérez del Centro de Primera Infancia del Tecnológico de Monterrey, se esbozó un plan de acción para la próxima década. Nores destacó que aún existen grandes vacíos en la investigación, particularmente en el ámbito de la multidimensionalidad del desarrollo infantil. Subrayó que las disparidades emergen a una edad temprana y persisten en contextos de alta inequidad, donde países como Chile, Uruguay, Perú y Colombia han comenzado a avanzar en la utilización de encuestas longitudinales para medir el impacto de programas de educación y cuidado infantil.
Los datos son contundentes: un año de educación y cuidado infantil puede generar un retorno de inversión de entre ocho y diecinueve veces su coste, un cálculo que no contempla los beneficios en salud. Sin embargo, la falta de estudios que evalúen la sinergia entre salud, nutrición y educación limita la efectiva implementación de políticas. Además, sigue siendo necesario entender mejor las diferencias en desarrollo entre áreas rurales y urbanas, así como en comunidades indígenas y poblaciones con necesidades especiales.
Carolina Maldonado, también presente en el panel, abordó la crítica tensión entre cobertura y calidad en la educación inicial. Si bien la mayoría de los países de ingresos medios y bajos han conseguido avances en el acceso, la calidad educativa sigue siendo insatisfactoria. Resaltó la importancia no solo de los recursos e infraestructura, sino de las interacciones diarias y experiencias específicas que los niños viven en sus entornos educativos. Esto se complica por la alarmante escasez de evidencias regionales, donde menos del 8% de la investigación sobre desarrollo humano proviene de contextos latinoamericanos.
La interactividad en la educación es vital y, aunque naciones como Colombia y Perú han dado pasos hacia el monitoreo de calidad a nivel nacional, se requieren más estudios longitudinales que demuestren cómo la calidad evoluciona a lo largo de las trayectorias de los niños.
En otro aspecto crítico, Cuartas alertó sobre los efectos de la crisis climática en el desarrollo infantil. La relación entre el cambio climático y el aumento de violencia en el hogar es preocupante, especialmente en contextos de pobreza y falta de servicios básicos. Sugirió que se deben llevar a cabo investigaciones más profundas para entender cómo el entorno geo-bioecológico impacta el desarrollo cognitivo, social y emocional de los niños.
Los panelistas coincidieron en que el principal obstáculo para abordar estos problemas no es la falta de datos, sino la carencia de voluntad política y la institucionalización de la primera infancia en los presupuestos nacionales. Se destacó la necesidad urgente de priorizar la inversión en este sector como base para construir sociedades justas y sostenibles. La visión de la infancia no puede seguir reduciéndose a un simple recurso que facilite la entrada de las madres al mercado laboral; es esencial reconocer su papel fundamental en la reducción de las brechas de desarrollo.
Las estrategias de colaboración deben incluir modelos de gobernanza intersectorial, donde actores no tradicionales, como vivienda y medio ambiente, también tomen parte. Así, se busca crear un ecosistema que apoye a las familias, adaptando metodologías para atender las necesidades particulares de poblaciones vulnerables.
Este enfoque holístico y fundamentado en la investigación permitirá que América Latina avance efectivamente hacia un futuro en el que la primera infancia no solo sea vista como un reto, sino como una oportunidad vital para el desarrollo económico y social de la región.
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