En un escenario global marcado por la creciente competencia entre Estados Unidos y China, las estrategias financieras y comerciales de Pekín están redefiniendo las dinámicas del poder económico internacional. Scott Bessent ha ejercido presión sobre instituciones como el Banco Mundial y el Fondo Monetario Internacional, instándolos a revisar sus políticas de préstamos a China, una acción que vincula explícitamente la asistencia financiera estadounidense a reformas políticas. Este enfoque ha establecido un precedente que subraya cómo las decisiones económicas pueden ser utilizadas como herramientas de influencia geopolítica.
A medida que Washington busca contener el ascenso económico y estratégico de China, Pekín responde con innovaciones y adaptaciones que alteran el mapa financiero global. Un ejemplo significativo de esta contraofensiva es el Banco Asiático de Inversión en Infraestructuras (AIIB), fundado en 2016. Esta institución, que planea abrir sucursales en centros financieros críticos como Singapur y Hong Kong, ha ampliado su alcance para desafiar la hegemonía estadounidense en Asia. Con activos superiores a 57.000 millones de dólares y compromisos que alcanzan casi 52.000 millones en 38 países, el AIIB se ha consolidado como un actor clave en el ámbito financiero global.
China, históricamente prestataria en un sistema dominado por EE. UU., ahora se erige como un prestamista de peso. La estructura de gobernanza del AIIB, que otorga a China un 26% del poder de voto, le permite vetar decisiones estratégicas de la misma manera que lo hace Washington en el Fondo Monetario Internacional. Proyectos financiados por el AIIB, que a menudo alinean capital con la Iniciativa de la Franja y la Ruta, refuerzan tanto la presencia internacional de empresas chinas como su influencia económica.
Un ejemplo ilustrativo es el préstamo de 75 millones de dólares a Uzbekistán para proyectos de energía eólica y almacenamiento en baterías. Esta clase de financiamiento no solo actúa como un vector económico, sino que también utiliza tecnología y productos de empresas chinas como PowerChina y fabricantes de baterías como CATL o BYD, evidenciando un impulso hacia la internacionalización.
Por otra parte, la estrategia financiera de China también implica una reconfiguración de sus reservas internacionales. El país ha reducido sus tenencias en bonos del Tesoro estadounidense de más de 1,1 billones de dólares a aproximadamente 760.000 millones, enviando una señal clara al mercado global: Pekín busca reducir su dependencia del dólar al fortalecer sus inversiones en oro. En 2024, el Banco Popular de China (PBOC) sumó 127 toneladas métricas de oro a sus reservas, su nivel más alto en casi un año. Este movimiento no solo minimiza riesgos ante sanciones, sino que refleja una tendencia creciente entre ciudadanos de clase media que ven en el oro un refugio de valor.
Mientras tanto, la manufactura sigue siendo el pilar del crecimiento económico chino, representando alrededor del 25% del PIB del país. En respuesta a las presiones externas, Pekín ha lanzado una nueva estrategia “Made in China” enfocada en sectores críticos como semiconductores e inteligencia artificial. El recientemente aprobado Plan Quinquenal, que comienza en marzo de 2026, prioriza la autosuficiencia tecnológica en un entorno donde las sanciones estadounidenses buscan limitar su avance.
El auge del comercio de China con los países BRICS, que alcanzó 210.000 millones de dólares en el primer trimestre de 2025, destaca cómo Pekín ha diversificado sus mercados y disminuido su dependencia del consumo estadounidense. Simultáneamente, el PBOC promueve el uso del renminbi (RMB) en transacciones comerciales para desdolarizar su economía, aumentando del 25% al 40% la proporción obligatoria de uso de su moneda. Estas acciones, en conjunto, empujan hacia un futuro donde la influencia del dólar estadounidense podría verse erosionada.
La atención se centra ahora en cómo estas estrategias se desarrollan en medio de un contexto en el que Estados Unidos enfrenta desafíos económicos estructurales. La militarización de su política comercial podría verse amenazada por los movimientos estratégicos de China, que busca fortalecer su soberanía financiera y disminuir la dependencia global del dólar. La realidad es que, a medida que Pekín continúa construyendo redes de influencia a través de financiamiento multilateral y cooperación estratégica, el equilibrio financiero internacional se está transformando, y el mundo observa con interés esta sigilosa pero férrea contraofensiva económica.
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