La reciente decisión de la administración Trump de convertir los fondos que Intel debería recibir a través de programas de subvenciones del gobierno de Biden en una participación del 10% ha causado gran expectación y confusión. Esta maniobra, carente de precedentes, plantea dudas sobre su viabilidad y, más crucialmente, sobre cómo resolverá los problemas significativos que enfrenta Intel, especialmente en su multifacético negocio de fundición.
La división Intel Foundry, que se encarga de la fabricación de semiconductores a medida para clientes externos, ha tenido un desempeño decepcionante. Ha renunciado a contratos importantes, como el de Sony, y ha registrado pérdidas que superan los 3.1 mil millones de dólares en ingresos operativos solo en el segundo trimestre. Este revés ha llevado a la empresa a despedir a miles de trabajadores, con su unidad de fundición siendo especialmente afectada.
Dichas dificultades han sido tan notorias que las diferencias sobre cómo revitalizar esta área fueron un factor que contribuyó a la renuncia de Lip-Bu Tan, un miembro del directorio de Intel, en agosto de 2024. Tan fue nombrado CEO en la primavera de 2025, cargo que asume en medio de muchas incertidumbres.
Kevin Cassidy, director de gestión en Rosenblatt Securities, señala que simplemente aportar capital no es suficiente para resolver los problemas de Intel Foundry. Su enfoque debe girar hacia un mejor entendimiento de las necesidades del cliente. La percepción dentro de la empresa ha sido de que su trayectoria ha prevalecido sobre el servicio al cliente, algo que debe cambiar si desea atraer más clientes.
Intel también ha reconocido los peligros relacionados con esta nueva estrategia en una presentación a la SEC. Ha señalado que el acuerdo podría diluir la acción de los accionistas existentes y afectar su influencia en la toma de decisiones. A pesar de que la administración Trump ha asegurado que actuará en el interés de Intel, algunos analistas ven conflicto en esta intervención, advirtiendo que podría hacer que los inversores se muestren reacios a involucrarse más con la compañía.
La compañía también ha destacado que el 76% de sus ingresos del año pasado provinieron del extranjero, y las implicaciones de ser parcialmente propiedad del gobierno de EE. UU. pueden hacer que sus socios internacionales reconsideren su alineación con Intel en medio de las tensiones comerciales actuales.
Sin embargo, no todos los análisis son pesimistas. Cody Acree, director de gestión y analista de investigación en Benchmark Company, argumenta que, si bien la transacción no es perfecta, la implicación del gobierno podría ser un indicio de respaldo a la empresa. Este movimiento podría resultar en un aliento muy necesario, aunque lleno de desafíos.
Andrew Rocco, estratega de acciones en Zacks Investment Research, refuerza el argumento de Acree, observando que el respaldo del gobierno podría posicionar a Intel de una manera más favorable en el entorno competitivo actual de la inteligencia artificial y la fabricación de semiconductores.
A pesar de estas opiniones optimistas, tanto Acree como Cassidy coinciden en que el verdadero desafío para Intel no radica en la inyección de capital, sino en su capacidad para generar interés en su nuevo proceso de fabricación de chips, conocido como 14A. La producción de estos chips no arrancará hasta que la empresa valide un interés sólido por parte de los clientes.
Mientras el tiempo avanza, muchos esperan ver si Intel puede finalmente cambiar su rumbo y recuperar su posición en la industria de los semiconductores, una meta que demanda no solo recursos, sino una reevaluación de su estrategia y relación con sus clientes, dentro de un mercado en constante evolución.
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