En el dinámico mundo digital actual, el ciberacoso ha emergido como un fenómeno complejo y en creciente desarrollo, afectando no solo a los adolescentes que lo sufren, sino también transformando las dinámicas sociales en las que están inmersos. La historia de Clara, una joven de 13 años que pasó de ser víctima a agresora, ilustra perfectamente esta problemática. Inicialmente, recibió un mensaje hurtuoso en su grupo de WhatsApp, y aunque pensó que sería un incidente aislado, la situación escaló rápidamente. Ella, cansada y frustrada, decidió desquitarse publicando memes sobre un compañero, convirtiéndose así en una agente de agresión. Este ciclo de comportamiento ilustra la trágica transformación que puede ocurrir entre las víctimas y los agresores en el ámbito digital.
Investigaciones recientes indican que el ciberacoso no se limita a un simple intercambio entre un agresor y una víctima; se revela como una dinámica social marcada por un tercer grupo: los ciberobservadores. Este grupo, a menudo la mayoría silenciosa, desempeña un rol crucial en la perpetuación del ciberacoso o en su eventual erradicación. De hecho, ser víctima de ciberacoso no solo afecta al individuo en su momento de sufrimiento, sino que aumenta significativamente las probabilidades de que se convierta en agresor o ciberobservador en el futuro. Este hallazgo resalta una triste verdad: la violencia engendra violencia y, a menudo, las dinámicas de ciberacoso se tornan cíclicas y profundamente arraigadas en las interacciones sociales de los adolescentes.
Un estudio a largo plazo de 18 meses, que abarcó la experiencia de más de mil adolescentes españoles de entre 11 y 17 años, confirmó esta “cronificación” de roles. Los resultados mostraron que una persona que es víctima hoy tiene una alta probabilidad de ser víctima mañana, y así continuamente. La inacción de los ciberobservadores, a menudo motivada por el miedo a ser la próxima víctima o fenómenos como la “desconexión moral”, refuerza el ciclo de violencia y acoso.
El más alarmante de los hallazgos es que la cibervictimización se erige como un predictor significativo de la ciberagresión y la ciberobservación futuras. Los adolescentes que sufren ciberacoso, en su intento de recuperar el poder o la estatus que les fue arrebatado, pueden recurrir a la agresión, mientras que el miedo a volver a ser víctimas puede llevar a otros a convertirse en meros observadores pasivos.
Entender que las dinámicas del ciberacoso son circulares y tienden a cronificarse tiene profundas implicaciones prácticas para su prevención. Se hace evidente que no basta con actuar de manera aislada; se requiere un enfoque sostenido que implique a educadores y familias. Aquí se presentan varias estrategias efectivas para abordar este complejo fenómeno:
Alfabetización digital y prevención de riesgos: Es crucial enseñar a los jóvenes a navegar el mundo digital de manera segura. Esto incluye educar sobre protección de datos personales y ofrecer orientación sobre a quién recurrir en caso de ser víctimas. Un enfoque educativo sólido puede ser clave para romper el ciclo de violencia.
Empoderar al observador: Los programas de prevención deben estar diseñados para que los ciberobservadores no permanezcan pasivos. Promover la empatía y dar las herramientas necesarias para que intervengan adecuadamente puede cambiar las dinámicas de poder en situaciones de acoso.
Apoyo a la víctima: Ofrecer ayuda psicológica y alternativas constructivas para manejar la frustración puede ser vital para las víctimas, ayudando a romper la cadena de violencia.
Intervención con agresores: Comprender las razones detrás del comportamiento agresor es fundamental. Se debe trabajar con estos adolescentes para que puedan canalizar sus emociones de manera menos destructiva.
Con todos estos elementos, queda claro que centrar la atención en las víctimas y los observadores es una estrategia no solo justa, sino también esencial para desactivar el ciclo de violencia en el ciberespacio. En así mismo, el papel de la prevención en el entorno escolar y familiar se vuelve cada vez más relevante para mitigar los efectos devastadores del ciberacoso y fomentar un ambiente digital más seguro y empático.
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