Lo dijo el portavoz talibán Zabihullah Mujahid en su primera presentación pública al regresar a Afganistán: los talibanes prometen respetar los derechos de las mujeres, pero “dentro de la ley islámica”. Con eso, en realidad, no aclaró mucho. Dada la experiencia de la brutalmente discriminante interpretación que de esa ley islámica han hecho los talibanes esas palabras no tranquilizan.
Es conocido el brutal récord talibán en cuanto a derechos de las mujeres. Un grupo humano que está ahora en la línea de mira es el de las mujeres juezas. Son alrededor de 270 en el país; cerca del 10% del total de jueces en el país. Pero, siendo pocas, en medio de todo son una señal de progreso en comparación con la “era talibán” (1996-2001) en la que el gobierno les prohibía todo a las mujeres. Especialmente trabajar; ni soñar, por cierto, con una mujer jueza.
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Dentro de ese incierto panorama las mujeres juezas están bajo ataque en Afganistán. Son “infieles” las mujeres que trabajan y, peor, si lo hacen en funciones públicas. Esa es la experiencia talibán y era esa la “legalidad” vigente en los años que controlaban el país. Dentro del alucinante diktat talibán que hoy se extiende en el país, usando un sospechoso lenguaje ambiguo e impreciso, hay razones para sostener que se está ante un proceso perfectamente previsible.
¿Qué significa lo dicho por el portavoz talibán Mujahid? Dada la particular y extremista interpretación que han hecho los talibanes de la ley islámica, todo apunta a que muy pocos derechos serán respetados. En varias provincias las mujeres ya han sido advertidas esta semana de que no pueden salir de sus casas sin un acompañante masculino. Talibanes armados impedían esta semana la entrada de mujeres en las puertas de la Universidad en Herat, en el oeste del país. Y así por varios rincones del país.
Este curso -previsible- parecería no haber sido imaginado por Washington si estamos a la catastrófica forma en que EE UU terminó su presencia en días pasados. Huyendo. Como si no hubieran estado 20 años ocupando Columna Digital, sin organizar un elemental sistema de seguridad, acogida y refugio para quienes serían muy probablemente masacradas y masacrados.
Desde antes los meses previos ya venían muy pesados para las mujeres juezas. El 17 de enero dos juezas del Tribunal Supremo de Justicia que se dirigían a su sede en vehículo oficial fueron asesinadas. Se sumaban esas muertes a una ola de asesinatos que se producía con coches bomba dirigidos muchos de ellos a personal judicial.