¿Quisieras golpear a quien lo lleva?

Kevin Rose, un veterano inversor, presenta una insólita regla para evaluar inversiones en hardware de inteligencia artificial: “Si sientes que deberías darle un puñetazo a alguien por llevarlo, probablemente no deberías invertir en ello.” Esta afirmación directa refleja su experiencia al observar a las nuevas startups de hardware de IA caer en errores que ha visto previamente en el sector. Rose, socio general en True Ventures y pionero en inversiones en empresas como Peloton y Ring, se ha mantenido al margen de la fiebre del hardware de IA que domina Silicon Valley. Mientras muchos capitalistas de riesgo están ansiosos por financiar las próximas gafas inteligentes o colgantes de IA, él adopta un enfoque diferente.

“No se trata solo de la tecnología; sino de cómo me hace sentir a mí y a los demás”, comenta. Según Rose, la actual generación de dispositivos portátiles de IA a menudo ignora las normas sociales en torno a la privacidad. Conocedor del mercado, Rose estuvo en la junta de Oura, que ocupa el 80% del mercado de anillos inteligentes, ha aprendido que lo que distingue al éxito del fracaso no es solo la capacidad técnica, sino también la resonancia emocional y la aceptación social.

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Durante una reciente conversación, Rose compartió su experiencia personal. Tras probar varios dispositivos de IA, se dio cuenta de que usar el colgante de Humane AI influyó negativamente en su relación con su esposa, ilustrando su punto sobre el impacto emocional de estos gadgets. También critica la banalización del uso de IA, señalando que “estamos metiendo IA en todo y arruinando el mundo”, citando ejemplos como aplicaciones fotográficas que alteran la realidad, donde se eliminan elementos del fondo.

Con un tono reflexivo, advirtió sobre la tendencia actual en IA como un eco de los inicios de las redes sociales, donde decisiones aparentemente inofensivas pueden tener consecuencias a largo plazo. En un momento de confusión con sus hijos, quienes usaron la herramienta de generación de video de OpenAI, se dio cuenta de la dificultad de comunicarles la diferencia entre la realidad y la ficción creada por IA.

A pesar de sus reservas, Rose es un optimista sobre el impacto transformador de la IA en la aventura empresarial y, por ende, en la industria del capital de riesgo. Hace hincapié en que las barreras de entrada para los emprendedores están disminuyendo continuamente. Comparte la anécdota de un colega que, utilizando herramientas de codificación impulsadas por IA, desarrolló una aplicación completa durante un viaje en coche de Los Ángeles a San Francisco, un proceso que anteriormente hubiera sido mucho más complicado.

“En tres meses, con el lanzamiento de Gemini 3 de Google, los errores serán casi inexistentes”, predice. Este cambio revolucionará la dinámica del capital de riesgo, permitiendo a los emprendedores retrasar la recaudación de fondos o incluso eludirla por completo.

Rose considera que la respuesta de muchas firmas de capital de riesgo ha sido incorporar más ingenieros a su personal, pero él cree que el verdadero valor radica en la inteligencia emocional. Según él, los emprendedores enfrentan problemas que van más allá de lo técnico; son problemas emocionales, y los VCs que se destaquen por su capacidad de ser socios a largo plazo serán los más buscados.

Al evaluar posibles inversiones, Rose rememora un consejo de Larry Page, quien le dijo que lo importante es tener un “desprecio saludable por lo imposible”. “Buscamos fundadores con ideas audaces, incluso si otros las consideran inverosímiles”, concluye, destacando la importancia de innovar y desafiar el status quo.

Esta visión desafiante y esperanzadora sobre el futuro del hardware de IA y su influencia en la vida diaria revela un enfoque que prioriza tanto la aceptación social como la innovación técnica, marcando, sin duda, un camino intrigante hacia el futuro del emprendimiento y la inversión tecnológica.

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