En un contexto de creciente tensión geopolítica, el primer ministro del Reino Unido, Keir Starmer, ha anunciado un compromiso ambicioso: dedicar el 5% del Producto Interno Bruto (PIB) a gastos de seguridad para el año 2035. Este anuncio llega en un momento clave, justo antes de una cumbre crucial de la OTAN, lo que subraya la importancia de la defensa en la agenda política británica y la cooperación internacional.
Starmer ha declarado que esta decisión representa una “oportunidad para profundizar nuestro compromiso con la OTAN” y resaltar la necesidad de incrementar la inversión en la seguridad y resiliencia del país. Este gasto se alinea con las expectativas fijadas para la cumbre en La Haya, donde se discutirá el aumento del gasto militar entre los 32 aliados de la Alianza, quienes han acordado alcanzar un objetivo del 3.5% del PIB para 2035 en necesidades militares esenciales, y un 1.5% en áreas de seguridad más amplias como la ciberseguridad.
El compromiso del Reino Unido también se enmarca dentro de las reiteradas llamadas del expresidente de Estados Unidos, Donald Trump, instando a los aliados a elevar su gasto en defensa. En este sentido, Mark Rutte, jefe de la OTAN, ha enfatizado que el incremento del 5% en defensa y seguridad es vital para disuadir la amenaza de Rusia, un enfoque que resuena en un contexto europeo marcado por la incertidumbre y los conflictos regionales.
Vale la pena mencionar que, anteriormente, Starmer había prometido aumentar el gasto en defensa del Reino Unido al 2.5% del PIB para 2027, y alcanzar el 3% en algún momento de la próxima década. Esta evolución en las metas de gasto refleja no solo una respuesta a las circunstancias actuales, sino también un giro significativo en la política de defensa británica, buscando asegurar la protección de la población y mantener la estabilidad en un entorno internacional en constante cambio.
Con estas medidas, el Reino Unido no solo reafirma su papel dentro de la OTAN, sino que también busca garantizar la seguridad de sus ciudadanos en una era de “incertidumbre radical”, tal como subrayó Starmer. Con estos esfuerzos, Londres se posiciona como un actor clave en la configuración de un futuro más seguro y resiliente para todos sus aliados.
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