Durante más de mil años, el emperador Wu de la dinastía Zhou del Norte permaneció oculto tras los muros de su tumba en la provincia de Shaanxi, al noroeste de China. Sus hazañas militares y su repentina muerte a los 36 años eran conocidas por las crónicas, pero su rostro y su historia genética seguían siendo un misterio. La ciencia ha logrado lo que parecía imposible: reconstruir su apariencia y desvelar secretos de su salud y su linaje a partir de su ADN ancestral.
Un estudio dirigido por investigadores de las universidades de Fudan y Xiamen ha utilizado análisis genéticos de vanguardia y reconstrucciones faciales en 3D para ofrecer una imagen sorprendentemente realista del emperador. Además, este estudio aporta claves sobre la diversidad étnica en la China del siglo VI y las posibles causas de su prematura muerte.
Yuwen Yong, conocido como Emperador Wu (543-578 d.C.), gobernó durante una época convulsa marcada por la fragmentación política. La China del siglo VI estaba dividida en múltiples reinos, y el norte atravesaba un proceso de fusión cultural entre pueblos nómadas y comunidades agrícolas. Durante su reinado, Wu consolidó su autoridad y sentó las bases para la posterior unificación del país.
El descubrimiento de su tumba en 1996 reveló un esqueleto en un estado de conservación excepcional. La recuperación de más de un millón de marcadores genéticos de su ADN ha permitido inferir características físicas y predisposiciones a enfermedades que podrían explicar su muerte. Se ha reconstruido digitalmente su rostro, mostrando a un hombre de ojos marrones, cabello negro y piel de tono intermedio a oscuro, desafiando las descripciones de cronistas que lo catalogaban como “exótico”.
El análisis del ADN del emperador también ha proporcionado insights sobre su salud y herencia biológica. Se ha encontrado que tenía una predisposición genética a sufrir un ictus, lo que poderia ser relevante para entender su muerte, que se creía pudo ser consecuencia de envenenamiento político. En cuanto a su linaje, el estudio muestra que Wu heredó un 61% de su genoma de pueblos del noreste asiático y el resto de agricultores del valle del río Amarillo, destacando la fusión cultural y genética que formó la élite de la China antigua.
Este hallazgo es representativo de cómo la genética está transformando nuestra comprensión de la historia. Hasta hace poco, el conocimiento sobre personajes históricos se basaba en relatos y pinturas; sin embargo, la secuenciación de ADN antiguo permite ofrecer un reflejo más auténtico de su vida. La investigación científica en este contexto abre nuevas puertas para comprender la historia de China y las interacciones entre pueblos nómadas y sedentarios.
Se espera que futuros estudios sigan explorando la rica historia genética de Chang’an, la gran capital que fue un crisol cultural y punto de encuentro en la Ruta de la Seda. Más allá de los datos científicos, la reconstrucción digital del rostro del emperador Wu se convierte en una conexión directa con un hombre que, pese a haber vivido hace más de 1.500 años, nos revela aspectos profundos de nuestra humanidad compartida.
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