La realidad del huachicoleo de agua ha comenzado a manifestarse con creciente intensidad en Puebla, un estado que ya ha enfrentado problemas serios relacionados con el huachicol y el huachigas. Este fenómeno, en el que se roba agua que se extrae de pozos y tuberías públicas, está proliferando especialmente en momentos de estiaje, cuando la escasez de este recurso vital es más aguda.
El problema se agrava por la supuesta complicidad de empresas de suministro y la falta de vigilancia de las autoridades. Se estima que el tráfico de agua se realiza a través de empresas fantasma que operan sin ningún tipo de concesión o autorización. Este ilícito ha atraído la atención de organizaciones criminales que reconocen la rentabilidad del negocio. Las ganancias son significativas, dado que el agua se convierte en un recurso escaso que muchos están dispuestos a pagar por obtener de forma ilegal.
Un estudio del Fondo para la Comunicación y la Educación Ambiental A.C. indica que la disponibilidad del agua se ha reducido en varias regiones del país, impulsando así el contrabando del líquido. Los delincuentes han desarrollado métodos para robar agua de pozos y tuberías, aprovechando la lenta respuesta de las autoridades a este creciente problema.
Con el aumento de sequías y el deterioro de la infraestructura hidráulica, este mercado negro ha crecido de manera alarmante, especialmente en la zona norte y centro de México, que incluye Puebla. En este estado, la situación se vuelve más crítica, ya que las industrias del huachicol y el huachigas se entrelazan con la nueva problemática del huachicoleo de agua.
Los métodos empleados son similares a los utilizados por quienes roban combustible. La técnica común es perforar los ductos de agua utilizando herramientas rudimentarias. Para el traslado del agua sustraída, se han adaptado vehículos como camionetas equipadas con contenedores y bombas hidráulicas. Desde 2019 hasta septiembre de 2022, se registraron más de 131,000 tomas clandestinas en 239 municipios de México.
Aunque este delito ha llegado a ser común en lugares como la Ciudad y el Estado de México, su presencia en Puebla es cada vez más notable, donde tanto las autoridades como la población conocen del problema, pero poco se hace para abordarlo. La CONAGUA ha documentado miles de estas tomas clandestinas, dejando claro que la situación es alarmante.
Recientemente, la Conagua confirmó la existencia de pozos clandestinos en Puebla, clausurando dos en el municipio de Tehuacán que estaban siendo utilizados para el llenado de pipas de agua. Estos pozos tenían la capacidad de abastecer entre 200 y 300 pipas, demostrando la magnitud del problema y las millonarias ganancias que genera.
El robo de agua se considera un acto delictivo que se agrava con la ausencia de regulaciones efectivas. En el Estado de México, por ejemplo, se han aprobado sanciones penales para quienes se apropien del agua sin autorización, reflejando así la atención que este asunto exige en todo el país.
El huachicoleo de agua ha llegado a establecerse como una realidad palpable en Puebla, y aunque se están tomando acciones, parece que el fenómeno está lejos de ser controlado. A medida que las fuentes de agua continúan siendo explotadas ilegalmente, es probable que el problema se profundice en los próximos años, haciendo necesario un enfoque más robusto por parte de las autoridades y un involucramiento más proactivo de la sociedad.
La información aquí presentada corresponde a datos hasta el 24 de septiembre de 2025, y destaca la urgencia de abordar este emergente crimen para evitar que la situación se convierta en una crisis aún mayor.
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