Un denso humo negro se elevó este jueves de la chimenea en el techo de la Capilla Sixtina, señalando que los 133 cardenales que se encuentran en el cónclave han fracasado nuevamente en su intento de elegir a un nuevo papa. Ante la mirada expectante de miles de personas congregadas en la plaza de San Pedro, la segunda fumata negra fue recibida con aplausos y expresiones de decepción tras la primera, emitida la noche anterior.
“Esto es muy emocionante”, expresó Marcela Tapia, una mexicana de 46 años, mientras esperaba que los cardenales lograran un consenso durante las votaciones programadas para la tarde o, a más tardar, mañana por la mañana. Hasta que se elija al sucesor del fallecido Francisco, el 21 de abril, los cardenales llevarán a cabo dos rondas de votación cada mañana y cada tarde.
La última elección de papa, siguiendo la tradición, debe ser mediada por el Espíritu Santo, y aunque los recientes cónclaves que llevaron a la elección de Benedicto XVI en 2005 y al primer papa latinoamericano en 2013 se resolvieron en sólo dos días, la situación actual parece más complicada. La pontificado reformista de Jorge Mario Bergoglio ha generado profundas divisiones en el seno de la Iglesia. Pese a que el argentino creó al 80% de los cardenales electores, los "bergoglistas" que promueven una visión más abierta se encuentran en desacuerdo con los conservadores, lo que complica el consenso necesario para la elección del 267º pontífice.
La mayoría requerida para la elección es de 89 votos, que representan dos tercios de los sufragios. En cuanto al proceso, las papeletas que no obtienen consenso son incineradas al final de las dos votaciones, y el humo se tiñe con la ayuda de químicos para indicar el resultado.
Este evento atrajo a cerca de 50,000 personas que presenciaron la primera fumata negra y muchas más regresaron en la soleada mañana de primavera para ver el desenlace. “Es un acontecimiento único en la vida, no creo que tenga la oportunidad de volver a vivirlo”, comentó Paul O’Flynn, un irlandés de 72 años, mientras intentaba ubicar la chimenea. Otros, como Paolo Cabrera, quien a pesar de estar de luna de miel, permaneció en la plaza esperando ver la deseada fumata blanca.
Las especulaciones sobre los posibles candidatos al papado se intensifican. A medida que avanza el cónclave, figuras como el italiano Pietro Parolin, el filipino Pablo Virgilio David y los españoles Cristóbal López Romero y Ángel Fernández Artime comienzan a ganar atención. El decano del colegio cardenalicio, Giovanni Battista Re, hizo un llamado a los purpurados para que mantuvieran la unidad de la Iglesia en este "momento difícil y convulso".
El cónclave se desarrolla en un ambiente de secreto absoluto. Los "príncipes de la Iglesia" permanecen aislados y tienen la obligación de guardar el secreto sobre la elección. Las discusiones no se llevan a cabo en la Capilla Sixtina, sino que se dan durante las comidas o encuentros en la residencia Santa Marta y otras dependencias del Vaticano.
La solemnidad y complejidad de la elección se ejemplifica en el ritual: los cardenales anotan el nombre de su candidato, doblan su papeleta y la depositan en un plato de plata, frente al fresco del Juicio Final de Miguel Ángel. La expectación por conocer al nuevo líder espiritual de 1,400 millones de católicos en el mundo se muestra palpable en el aire, mientras el mundo observa desde la plaza vaticana.
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