Claudia Sheinbaum, Presidenta de México, ha tomado una postura activa en medio de la creciente crisis entre Estados Unidos y Venezuela, un giro notable en su tradicional enfoque diplomático. En una reciente declaración, hizo un llamado a las Naciones Unidas para que intervenga, además de ofrecer el territorio mexicano como posible sede para negociaciones entre las partes confrontadas. Esta propuesta surge en un momento crítico, justo después de que el Presidente de Estados Unidos, Donald Trump, ordenara un “bloqueo total de los petroleros sancionados” que entran y salen de Venezuela, intensificando así las tensiones en la región.
Durante años, la dinámica entre Estados Unidos, México y Venezuela ha sido compleja, pero nunca antes había sido tan explícita. Sheinbaum, en una conferencia matutina, sugirió que México podría actuar como un “punto de reunión” si alguna de las partes lo solicitara. Esta oferta se basa en la experiencia previa de México como anfitrión de negociaciones en 2021 entre el chavismo y la oposición, con la mediación de Noruega.
A pesar de permanecer cautelosa, México ha mantenido un lema claro: “no a la injerencia extranjera y el respeto por la soberanía de cada país”. Este enfoque ha sido esencial para evitar que la situación en Venezuela se extienda a territorio mexicano. Recientemente, Sheinbaum firmó un acuerdo con la Casa Blanca que delega a la Marina mexicana la responsabilidad de interceptar embarcaciones en aguas internacionales, un intento por contener el impacto de la campaña militar de EE. UU. contra el régimen de Maduro.
La situación ha desencadenado un debate acalorado en la diplomacia latinoamericana. Durante una reciente cumbre de la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (CELAC) y la Unión Europea, se destacó la necesidad de una “zona de paz” en el Caribe, sin hacer referencia directa a las acciones de Estados Unidos. Presidentes como Gustavo Petro de Colombia y Luiz Inácio Lula da Silva de Brasil han sido voces prominentes en esta discusión.
La postura de Sheinbaum también se refleja en su reacción tras el reciente premio Nobel de la paz otorgado a María Corina Machado, una feroz opositora de Maduro. Aunque elogiada por muchos, el gobierno mexicano ha mostrado cautela, reiterando su enfoque en la soberanía y la autodeterminación de los pueblos. No obstante, Sheinbaum ha señalado que la intervención extranjera no es un camino aceptable, especialmente en un contexto donde Machado ha sido percibida como alineada con las políticas de presión de Trump.
El compromiso de México por una diplomacia equilibrada es evidente también en su decisión de enviar una representación diplomática a la toma de posesión de Maduro tras su controvertida victoria electoral. Esto sugiere un esfuerzo por mantener canales de comunicación abiertos con Caracas, a pesar de las presiones internacionales.
En un contexto reciente, la situación se complicó aún más con el anuncio de Volker Turk, Alto Comisionado para los Derechos Humanos de la ONU, quien indicó que su oficina se retira de Venezuela tras no lograr avances en sus esfuerzos por operar en el país. Esto resalta el deterioro de la situación política y humanitaria en Venezuela, un desafío al que la comunidad internacional sigue intentando responder de manera efectiva.
A medida que la crisis evoluciona, la postura de México bajo la dirección de Sheinbaum se convierte en un aspecto crucial a seguir, pues su llamada a la ONU y su disposición a mediar podrían ofrecer un rayo de esperanza en un conflicto que se intensifica cada día más. La situación requiere atención continua, y las acciones que se tomen en este triángulo diplomático serán decisivas para el futuro de la región.
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