La Audiencia Nacional ha condenado a los tres acusados por formar parte de la célula terrorista de Ripoll que perpetró los atentados de Barcelona y Cambrils del 17-A, en los que murieron 16 personas. Fue el mayor golpe del yihadismo en España tras el 11-M. Ninguno de los yihadistas que se sentaron en el banquillo fue autor material de la masacre; tanto el conductor de La Rambla como el grupo que irrumpió de madrugada en el paseo marítimo de Cambrils fueron abatidos por los Mossos d’Esquadra. La sentencia ha condenado a Mohamed Houli a 53 años y medio de cárcel y a Driss Oukabir a 46 años por los delitos de pertenencia a organización terrorista, depósito y fabricación de explosivos y estragos de carácter terrorista. Al tercer acusado, Said Ben Iazza, la Sala de lo Penal le ha impuesto ocho años de prisión por colaboración con organización terrorista.
La sentencia, de la que ha sido ponente el magistrado Félix Alfonso Guevara, se alinea así con la tesis de la Fiscalía, que evitó pedir la condena para los tres acusados por los homicidios de aquella jornada. Las acusaciones particulares que participaron en el juicio (familiares de las víctimas, heridos, sindicatos de Mossos d’Esquadra) pidieron una condena, también, por los asesinatos. La pena impuesta va incluso más allá de la que solicitaba la Fiscalía porque el tribunal entiende que tanto Oukabir como Houli son responsables también de 29 delitos de lesiones por imprudencia grave: se trata de los heridos en la explosión de Alcanar (Tarragona) ocurrida la víspera de los atentados.
La condena llega apenas tres meses después de la última sesión del juicio, en el que tanto Oukabir como Houli se mostraron arrepentidos por lo ocurrido. Solo Houli, sin embargo, admitió parcialmente los hechos, aunque afirmó que se vio arrastrado por el resto de miembros de la célula, liderada por el imán de Ripoll, Abdelbaki Es Satty, que adoctrinó a un grupo de jóvenes de la localidad gerundense con lazos de sangre y de amistad. Oukabir, desafiante a la sala, mantuvo su inocencia y aseguró que su mala vida (alcohol, drogas, mujeres) le alejaban de la práctica del islam y, por supuesto, de cualquier célula yihadista.
Poco antes de las 17.00 del 17 de agosto de 2017, una furgoneta blanca irrumpió por la parte alta de la Rambla ―la calle más emblemática de Barcelona― y, en un recorrido de 800 metros, embistió a decenas de personas. Un total de 14 fallecieron como consecuencia del atropello múltiple, perpetrado por Younes Abouyaaqoub, que logró darse a la fuga y fue finalmente localizado por los Mossos y abatido en una zona de viñedos del Penedès.
Los investigadores encontraron en la furgoneta diversa documentación; entre ellas, el pasaporte de Mohamed Houli, que en ese momento se encontraba hospitalizado. La noche antes, una explosión de enormes proporciones en una casa ocupada por la célula en Alcanar (Tarragona) había herido a Houli y matado a otros dos miembros de la célula: el imán Es Satty y su primer discípulo, Yousseff Aalla. Nadie entonces relacionó el siniestro con un atentado terrorista; no había pistas que permitiesen conocer la existencia de una célula hermética en Ripoll.
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