Surinam, el país más pequeño de América del Sur, se encuentra en la antesala de un cambio significativo que podría alterar la vida de sus 570,000 habitantes. Con la mirada puesta en la explotación petrolera, el presidente Chan Santokhi ha anunciado un innovador programa que promete redistribuir la riqueza creada por esta nueva industria.
Desde 2020, Santokhi ha liderado este empobrecido país vecino de Guyana, y su proclamación de que “a partir de 2028 seremos productores de petróleo” es un hito para una nación que actualmente enfrenta serias dificultades socioeconómicas. La posibilidad de ingresos fiscales y regalías a partir de la producción de petróleo ha llevado a su gobierno a diseñar un plan inusual de reparto de riqueza, conocido como el RVI (“Regalías para Todos” en neerlandés), que promete que aquellos que sean elegibles recibirán cupones que podrán canjear una vez que el estado comience a percibir estas regalías.
Esta propuesta, apoyada por Lazard Fréres & Co., se distingue de iniciativas similares en otras partes del mundo, fabricando un mecanismo que, a pesar de su originalidad, también trae consigo retos considerables. Los primeros cupones ya han sido distribuidos a los ciudadanos elegibles, y aquellos de 80 años o más, así como las personas con discapacidades, tienen acceso inmediato a un monto de 750 dólares. En contraste, los jóvenes de entre 18 y 59 años verán su retribución condicionada a la llegada de los beneficios petroleros en 2028.
El potencial de esta nación para convertirse en un exportador de petróleo no es solo una idea lejana. Con una inversión prevista de 10,500 millones de dólares por parte de TotalEnergies en el yacimiento GranMorgu, situado a 150 kilómetros de la costa surinamés, se contempla una producción futura que podría alcanzar los 220,000 barriles por día, una notable diferencia respecto a los actuales 5,000-6,000 barriles.
Sin embargo, el camino hacia la redistribución de esta nueva riqueza está plagado de interrogantes. La capacidad de Surinam para transformar esta oportunidad en beneficios tangibles para la población, en un contexto donde cerca del 20% de los ciudadanos vive bajo el umbral de la pobreza, plantea un reto enorme.
Las reacciones de los beneficiarios del programa son diversas. Algunos, como Naslem Doelsan, de 80 años, planea gastar su dinero en necesidades cotidianas; otros, como Anuschka Tolud, quien enfrenta una discapacidad, prefieren ahorrar. El desafío radica en cómo este programa podrá llegar a las comunidades rurales y a los grupos indígenas, quienes enfrentan su propia burocracia.
Con un futuro incierto y una riqueza potencial en el horizonte, Surinam se posiciona en un cruce de caminos, donde la esperanza de un mejor porvenir para su población se entrelaza con la necesidad de un manejo eficaz y equitativo de sus nuevos recursos. Este ambicioso programa de reparto de regalías podría ser el primer paso hacia un cambio significativo, transformando no solo la economía del país, sino también la vida de sus ciudadanos.
Este contenido se basa en información publicada el 24 de mayo de 2025.
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